Toda actividad humana está subordinada a las condiciones del clima. Esto se verifica no sólo en el desenvolvimiento personal, sino especialmente en la producción agropecuaria. Todos los seres vivos dependen, directa o indirectamente, de lo que en la esfera agrícola se genera. Es por ello que una sequía, inundación o cualquier otro fenómeno extremo representan amenazas a la existencia de los seres vivos. Ante las altas temperaturas cada vez más intensas, diferentes países intentan acordar procedimientos para acotar el daño de la acción humana en el sistema climático. Hasta el momento esto ha sido infructuoso, dado que su cumplimiento implicaría, o una baja en la producción industrial, o inversiones tan voluminosas que comprometerían la rentabilidad. No obstante, ha existido desde hace tiempo otra opción.


Durante la Guerra de Vietnam (1955-1975) el ejército estadounidense puso en marcha el Proyecto Popeye. Se trató de un método para generar lluvias artificiales, rociando las nubes con yoduro de plata. De tal modo, se alcanzaba más condensación de humedad, logrando la precipitación. El propósito era anegar caminos y escondites de sus entonces enemigos. El método funcionó, pero en 1972 la información se filtró a la prensa y el Senado estadounidense emitió una resolución prohibiendo su uso. Asimismo, es conocido que China en 2008, durante los Juegos Olímpicos, usó métodos científicos para impedir las frecuentes lluvias de la época, que hubieran perjudicado el evento. Inclusive, en una comunicación oficial, el gigante asiático ha anunciado un plan de modificación de su clima, que estaría completado en 2025. Australia ya utiliza un procedimiento para que las nubes bloqueen más el sol, y así proteger los arrecifes de coral. En Estados Unidos se están diseñando las tecnologías para liberar partículas en la estratósfera, las que quedarían en suspensión. Estas no obstruirían el sol, pero lo atenuarían lo suficiente como para bajar la temperatura en la superficie de la Tierra. Aunque nada de esto es secreto, el motivo para la reserva sobre el tema es que no se han logrado predecir taxativamente sus efectos secundarios. Especialistas especulan que se podría afectar el llamado "ciclo del agua", es decir el régimen de lluvias. Un incremento de las mismas conllevaría graves complicaciones.


Se trata de una encrucijada inédita para la ciencia y la humanidad toda. Una población demandante de productos de todo tipo, que a su vez precisa de sus empleos y salarios para poder consumir, en un planeta agobiado por la contaminación e irresponsablemente deforestado. Aplicar tecnologías al clima podría traer impredecibles consecuencias de orden global, pero muchos países no encuentran alternativas. Dos caminos parecen presentarse en lo inmediato: o se esperan los efectos de la aplicaciones unilaterales del control del clima, o se alcanza un acuerdo conjunto en la ONU para analizar posibilidades y derivaciones de estas alternativas. El tiempo corre, mientras el termómetro asciende.