Un repaso por los principales conflictos que afectan al mundo nos lleva a concluir que si los líderes de las grandes potencias no hacen un esfuerzo por intentar solucionar en forma conjunta un panorama que cada vez se observa más complicado, en un futuro próximo será mayor el número de naciones que se verán afectadas por las consecuencias de la inestabilidad que afronta el planeta, lo que incide en la economía y la paz social.


Hay conflictos globales y regionales que en vez de ser abordados en busca de su solución, con un diálogo inteligente y buena voluntad, son promovidos por conveniencia propia de los países. Así se plantea la guerra comercial entre EEUU y China por los aranceles. Algo parecido ocurre con el tema del desarme de Norcorea, que ha dado lugar a intensos cruces verbales entre los líderes de Corea del Norte y EEUU la intervención del presidente ruso, Vladimir Putín.


Respecto a los conflictos regionales, lo que más preocupan son los de carácter bélico, por su incidencia en las poblaciones y por su duración. En este contexto, en Medio Oriente está la guerra civil siria, iniciada en 2011; la guerra contra el Estado Islámico que desde 2014 tiene como escenario Irak, Siria, el Líbano, Libia, Afganistán, Egipto, Nigeria y Yemen.


En territorio americano, desde el 2006 se libra la guerra contra el narcotráfico en México, en tanto que es conocida la situación interna por la que atraviesa Venezuela y otros países de la región como Nicaragua.


En esta lista de conflictos no se puede dejar de mencionar la preocupante situación social que genera la disputa fronteriza entre EEUU y México; el Brexit en Gran Bretaña; los chalecos amarillos de Francia y el terrorismo internacional que amenaza a las principales capitales de Europa.


Reuniones globales como las del G-20, G-8, G-7 y G-5, más allá de abordar el aspecto económico y comercial deberían servir de marco para que sus mandatarios asuman actitudes altruistas tendiente a estabilizar un mundo que se muestra conflictivo y desordenado.


Para entender el mundo que viene, el escritor estadounidense Thomas Friedman dice que hay que tener en cuenta tres claves: 'el mercado, la naturaleza y la ley de Moore (que es la que establece la actualización del poder de procesamiento de las computadoras)''. Es decir la peligrosidad de la globalización de las economías mundiales; el ejemplo de adaptabilidad de la naturaleza al cambio climático y la transformación tecnológica para un mundo mejor. Observar y seguir estas tres fuerzas motrices es lo que va a permitir ordenar el mundo para un futuro mejor de la humanidad.