En el día en que se celebra a las madres, cabe reflexionar sobre la importante tarea que para muchas mujeres representa ser las forjadoras de los valores que rigen la vida de sus hijos. Se trata de una labor que comienza con el niño recién nacido y que perdura toda la vida, por más que ese hijo se convierta en adulto, ya que la madre siempre está atenta, en cada una de las etapas de la vida, a contribuir con el apoyo espiritual y emocional que tanto necesitamos los seres humanos.

Es un hecho natural que una madre nunca deja de orientar a sus hijos por el buen camino, inculcándoles normas de conducta y comportamiento que los ayudarán a insertarse positivamente dentro de la sociedad. Toda madre, en lo más profundo de su ser, quiere lo mejor para sus hijos y por ello es capaz de realizar grandes sacrificios y renunciamientos, sin esperar nada a cambio.

El amor de una madre es eterno, ya que el hecho de ser la figura principal en el proceso de dar vida a un nuevo ser, la convierte en la principal protagonista de una relación que se establece entre el hijo y ella, desde el momento de la concepción, pasando por el nacimiento y llegando hasta el momento de la muerte, que para muchos es un paso más que proyecta esta relación hacia la eternidad.

Los valores, que las madres puedan transmitir a sus hijos, en las diferentes etapas de su vida, tienen fundamental importancia en la armonía de las sociedades, ya que con ellos se logra formar personas íntegras, de buen comportamiento y solidarias con el prójimo. Cualquier falla que se establezca en la conexión de hijos con los padres, y fundamentalmente con la madre, se ve reflejado en problemas de conductas que luego resulta muy difícil de solucionar. Estos pueden derivar en casos de inadaptación social que luego se transforman en conflictos de la vida diaria.

El contacto un poco más estrecho con los hijos le otorga a la madre la potestad de transmitir los valores esenciales en cada etapa de la vida. Así es como se imparte la humildad, la autoestima, el compromiso, la gratitud, la amistad, el optimismo, la paciencia, el esfuerzo y la felicidad, entre otros valores en los que se basa la vida plena y que toda madre en forma innata es capaz de forjar en sus vástagos.