La modernización de la Constitución de Cuba, para adaptarla a los cambios que experimenta el mundo, pero sin apartarse de la esencia de la revolución castrista, ha sido votada por el 86,8% de los electores atraídos por una renovación que no es tal porque los principios fundamentales se mantienen intactos luego de más de cuatro décadas. Por ejemplo, el texto que reemplaza al de la era soviética, adoptado por Fidel Castro, mantiene como "irrevocable” el sistema socialista de un solo partido.

El gobierno de La Habana emprendió el año pasado una campaña sin precedentes para asegurar un voto abrumadoramente positivo sobre esta nueva Constitución como una forma de legitimar las reformas económicas del presidente Miguel Díaz-Canel, que están en curso, y la generación posrevolucionaria que encabeza el mandatario. Este punto fue un debate que dominó la vida política cubana durante los últimos meses, pero nuevos acontecimientos externos cambiaron el escenario.

Es que la frágil economía de la isla se agrava seriamente por la crisis del principal aliado, Venezuela, que ha dejado de suministrar petróleo gratis y otros apoyos económicos del chavismo a cambio de médicos y servicios administrativos, más el recrudecimiento del embargo comercial de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. En esta coyuntura se sitúan los cambios para el papel de la inversión extranjera y el ingreso de internet.

La otra novedad evolucionaría de la nueva Constitución castrista es la reestructuración del gobierno con la creación del cargo de primer ministro y el establecimiento del plazo, de tiempo no determinado, para ocupar la presidencia del país comunista. La prohibida oposición cubana manifestó sus críticas al texto normativo en las redes sociales, buscando hacer crecer el voto por el "No” o la abstención, en un intento para abrir el camino que conduzca a poner fin de medio siglo de dictadura castrista.

Tradicionalmente la oposición ha buscado, con los escasos medios que dispone, como las redes sociales, su desacuerdo con el régimen, instando a que el voto, que es voluntario, manifieste su descontento absteniéndose, votando el blanco, o dañando la boleta con consignas a fin de que sea anulada. Pero los porcentajes a favor revelan que generaciones que no han conocido la democracia no alcanzan a comprender que han protagonizado otra oportunidad perdida.