El sobrepeso u obesidad está llevando a la muerte a un cuarto de la población mundial porque dejó de ser una afección atribuida a los países de alto poder adquisitivo, donde las comidas procesadas contribuyen a un problema de salud que desencadena múltiples enfermedades, como diabetes, hipertensión, alteraciones cardíacas, cáncer, depresión y discapacidades entre otras consecuencias. Un reciente informe del Banco Mundial viene a confirmar el seguimiento desde 1975 a este cuadro de complicaciones que lleva a la muerte a cuatro millones de personas al año en todas las regiones del planeta, y en personas de distintas edades.
La obesidad está instalada en 2.000 millones de adultos y se extiende a todas las edades, incluso en zonas empobrecidas por los bajos ingresos de la población y, además, se ha extendido de las grandes ciudades a las zonas rurales con el 55% de aumento de la prevalencia. Son varios los factores desencadenantes de este problema de salud mundial, entre ellas las condiciones genéticas, la nutrición temprana y cambios en hábitos alimentarios debido a que los alimentos saludables son más caros. Se opta por las comidas procesadas con grandes cantidades de azúcar, por ejemplo, a lo que se suma una menor actividad física. Se agregan a la vez los patrones culturales y la tecnología cuando se pasa más horas frente a una pantalla que haciendo ejercicios.
En este preocupante cuadro global, América latina está mostrando una tendencia al sobrepeso en niños y adolescentes a un ritmo acelerado, dice el estudio con un seguimiento en la región desde 2016, comprobando que 6 de cada 10 adultos son obesos y al menos 4 de cada 10 mujeres. Más de 3 de cada 10 hombres mayores de 20 años tienen sobrepeso en tanto el 40% de los chicos padece de obesidad y el 20% está por encima de su peso ideal. Este ritmo de anomalías se está acelerando en el subcontinente en niños y adolescentes entre la población más pobre. Se citan países como Guatemala con el doble drama de la desnutrición y la obesidad.
Revertir este panorama es responsabilidad de quien padece la obesidad y de los gobiernos de países en desarrollo por las consecuencias en las esperanza de vida y los enormes costos en la atención de la salud, el aumento de las personas con discapacidad, jubilaciones prematuras, y una menor productividad por las implicancias económicas. El desafío para los países es mayor inversión en nutrición para la primera infancia, más cargas fiscales para los alimentosos no saludables; subsidiar la producción agrícola sustentable, y controlar la publicidad de productos insalubres, entre otras medidas.
