La vida en democracia es el mayor logro de una sociedad porque se basa en derechos inalienables como las libertades individuales y el consenso por el bien común, en un modelo de gobierno perfectible de un equilibrio político de mayorías con el respeto a las minorías para dar voz al disenso. Esto ha llevado siglos en la evolución de los gobiernos para un perfeccionamiento que no termina y ahora se observa una vulnerabilidad sin precedentes, cuando a la humanidad la castiga un imprevisto como la pandemia originada el año pasado.


Nunca se había visto un retroceso en los derechos de la ciudadanía, en particular las libertades individuales, en tiempos de paz y tal vez también en tiempos de guerra, ya que estos últimos pudieron limitarse a las zonas de conflicto. El Covid-19 no dejó alternativas a gobiernos democráticos y regímenes autoritarios para establecer restricciones extraordinarias, como el confinamiento social y la paralización de la economía, sin pasar por los parlamentos ni otros organismos de supervisión, en tanto que la mayoría de la población aceptaba la pérdida temporal de su libertad justificada en salvar vidas ante una enfermedad mortal.


La gente aceptó en general los cambios drásticos frente al coronavirus y los analistas han elaborado informes acerca de esta situación sin precedentes como fenómeno global, elaborando índices con puntajes en diferentes países, como lo hizo The Economist, la prestigiosa publicación británica. Por ejemplo la democracia latinoamericana recibió el puntaje más bajo con 6,09 sobre 10 puntos posibles y la mayor referencia, EEUU con la presidencia de Donald Trump, muy reacio a tomar medidas de distanciamiento social, también sintió las repercusiones de las restricciones globales.


Frente a la lentitud para salir de la pandemia, más si se suman segunda y tercera olas más letales, y con vacunas lejos de alcanzar la inmunidad de rebaño, el interrogante es si las libertades civiles serán restauradas, seguirá una época con restricciones políticas, o la democracia, tal como la conocemos, será sustituida por otra forma institucional para sobrellevar una existencia endémica. Recordemos que muchos gobiernos autoritarios utilizaron la pandemia para reprimir opositores, imponer censuras a la libertad de expresión y eludir los organismos de control.


La democracia recibió un golpe contundente con la pandemia y de allí se plantearon muchas críticas y preocupaciones sin alternativas para salvar vidas. Pero también la historia nos recuerda que nunca las poblaciones resignaron sus libertades en forma permanente. Y las secuelas económicas de esta emergencia necesitarán una discusión abierta y transparente.