Como es habitual, al comienzo del año, la Santa Sede expuso ante el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano, el pensamiento político ante el mundo, es decir más allá del ámbito de la Iglesia. Los 182 representantes de diferentes países y entes multilaterales escucharon el mensaje de Francisco con duras críticas a quienes se empeñan en ahondar enfrentamientos con acciones que impiden una paz duradera. 


Condenó la indiferencia de muchos gobiernos ante la crisis migratoria y consideró prioritaria la defensa de los niños, principales víctimas del éxodo provocado por la guerra y las crisis sociales. Por ello reiteró la necesidad de un enfoque prudente para superar el problema migratorio. Pidió evaluar, con sabiduría, hasta qué punto un país es capaz, sin provocar daños al bien común de sus ciudadanos, de proporcionar a los inmigrantes una vida digna, especialmente a quienes tienen verdadera necesidad de protección. Y rechazó de plano reducir este drama a un simple recuento numérico. 


El Papa no olvidó el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, ni el esfuerzo llevado a cabo con tenacidad, a pesar de las dificultades, para terminar con años de conflicto en Colombia, a la vez de reclamar gestos valientes, que son muy urgentes también en Venezuela ante las consecuencias del colapso político, social y económico. 


Con mayor contundencia se explayó Bergoglio sobre la situación en Medio Oriente, al expresar que la Santa Sede renueva su urgente llamamiento para que se reanude el diálogo entre israelíes y palestinos, para que se alcance una solución estable y duradera que garantice la convivencia pacífica de dos Estados dentro de las fronteras reconocidas internacionalmente. En esto hubo coincidencia con el último pronunciamiento de las Naciones Unidas para establecer un Estado palestino, que impactó en el gobierno de Israel, más todavía cuando Estados Unidos, su aliado histórico, avaló por primera vez esa posición. 


El Papa no olvidó al terrorismo yihadista, lamentando que la religión sea utilizada como pretexto para la violencia y pidió a los líderes religiosos rechazar la violencia en nombre de Dios y a transmitir valores que no se contrapongan con la paz.