No es una novedad que muchos beneficiarios de planes sociales se conformen con esa ayuda de subsistencia y no se preocupen por conseguir una ocupación para sumar a los ingresos y se da el caso de familias enteras que reúnen diferentes asignaciones y en total lo consideren como un medio de vida. Los programas para mitigar la pobreza son necesarios y más ahora como consecuencia de la paralización impuesta por la pandemia aumentando la desocupación, pero es necesaria una apertura para lograr la contraprestación laboral del beneficiario a medida de la recuperación del aparato productivo afectado por la crisis sanitaria.


En este contexto social resulta lamentable que en San Juan no se puedan hacer los trabajos puntuales del campo por la falta de mano de obra y se corra el riesgo de perder una cosecha por el abandono de los viñedos. Como se ha informado en estas páginas, los productores no pueden realizar la poda y tareas de temporada en los viñedos lo que tendrá consecuencias serias en las plantaciones como un envejecimiento precoz y grave caída de la producción. Estas actividades deben terminarse en las fincas como máximo a mediados de septiembre, época de la brotación de las vides.


Este lamentable retraso tiene un punto de partida, son los planes sociales, como lo comprobaron los viñateros, ya que precisamente el ausentismo tiene relación directa con los subsidios, más ahora con el ingreso de emergencia IFE, agudizando la demanda de trabajadores rurales. Pero el problema no es nuevo sino que se viene agudizando en los últimos años y más todavía en época de cosecha no obstante las seguridades de mantener los planes y otros beneficios como la atención infantil y los comedores escolares.


Tampoco es un problema local sino que se repite en otras localidades, por ejemplo en Chilecito, La Rioja, donde el municipio convocó a fines de enero pasado a 3.000 trabajadores para las cosechas de vid, nuez y oliva, y el primer día sólo se presentaron tres interesados. Las autoridades no dudaron en culpar a los planes sociales por el fracaso de la bolsa de trabajo rural que se abrió precisamente ante el reclamo de la gente por falta de trabajo. Es que la cultura de la dádiva ha desplazado a la dignidad del trabajo al punto que mucha gente cree que el asistencialismo es un derecho adquirido.


El Gobierno nacional ha previsto darles un sentido productivo a los planes sociales a partir de la habilitación de las actividades económicas en diferentes zonas del país. Es el momento de actuar, tanto para la reactivación productiva rural condicionada a los tiempos de tareas culturales, como ocurre en San Juan y así ir traspasando planes por esfuerzo propio de manera que la dignidad del trabajo sea el eje de familias donde las nuevas generaciones crecen viendo a sus padres inactivos gracias a la dádiva oficial.