Numerosos gobiernos han dejado de lado o disminuidos sus proyectos ambientales justificando esas políticas en dar prioridad a la pandemia o a la actividad económica, caso de Brasil y Estados Unidos, por ejemplo, ignorando que con esas decisiones han agravado la situación sanitaria ya que la contaminación del aire aumenta un 15% los casos fatales de coronavirus debido a las patologías previas que agravaron los cuadros fatales. No es ninguna novedad que la polución atmosférica incide en accidentes cerebrovasculares, cánceres de pulmón, neumopatías crónicas y agudas, entre ellas el asma, pero ahora el Covid-19 termina por exacerbarlos.


La ciencia médica global, volcada de lleno a la búsqueda de una vacuna y medicación para frenar la pandemia, arroja resultados de nuevas investigaciones vinculadas al aire que respiramos, como lo ha determinado la organización Cardiovascular Research, incluso con los porcentajes de muertes estimadas por el virus con efecto ambiental en América del Norte, Europa y Asia Oriental, con porcentajes del 17, 19 y 27 por ciento de muertos que podrían haberse evitado con niveles más bajos de contaminación del aire por factores creados por el propio hombre caso de las emisiones de hidrocarburos y los daños a los ecosistemas.


Según el estudio, las partículas del aire en suspensión están asociadas a la forma en que el SARS-CoV-2 infecta las células produciéndose un doble impacto entre la polución que daña los pulmones con mayor absorción del virus y probablemente por los vasos sanguíneos y el corazón. De alguna manera esta investigación viene a aclarar a la población en general la importancia de ventilar ambientes y alertar acerca del uso del aire acondicionado debido a consecuencias contraproducentes.


La reflexión de los científicos es un llamado a todos los países a cumplir con los compromisos ambientales mediante políticas efectivas para reducir las emisiones antropogénicas causantes de la contaminación y del cambio climático. La pandemia terminará con la vacunación masiva o con la inmunidad colectiva por infección extensa de la población, pero no existen vacunas contra la mala calidad del aire ni contra el impacto de toda forma de vida en el planeta.


Para una mejor calidad de vida no queda otro camino que una revolución verde, con fuentes de energías limpias y renovables a fin de disponer de una salud pública sustentada en una mejor calidad de vida y para ello se deben acelerar las decisiones gubernamentales para salvar el hábitat global.