El aislamiento social impuesto por la pandemia ha cambiado drásticamente el comportamiento humano, alterando rutinas, hábitos y costumbres con diferentes consecuencias. Una de las más graves es no realizar las consultas médicas ya sea por prevención o, peor aún, ante una dolencia que puede requerir atención inmediata, de manera que las propias entidades profesionales han alertado sobre las consecuencias de disminuir los controles y abandonar los tratamientos establecidos en consultorios o centros asistenciales. 


En este contexto una de las mayores preocupaciones es la situación pediátrica porque más del 50% de la vacunación infantil no se cumplió de acuerdo al calendario obligatorio en lo que va del año con respecto a las cifras de 2019, según ha revelado el Programa de Enfermedades Inmunoprevenibles del Hospital Garrahan, atribuyendo a la cuarentena el hecho de no aplicar las dosis correspondientes a los primeros seis meses de vida durante marzo, abril, mayo, y junio.


Esto implica que surjan enfermedades prevenibles como coqueluche, tipos de meningitis, o sarampión, altamente transmisible pero con una vacuna muy segura y eficaz como la disponible, no hay nada que temer. El hospital pediátrico, el más importante del país, difundió esta estadística preocupante y abre interrogantes acerca de la actual cobertura inmunológica de los niños en todo el país por el temor de los padres a llevar a sus hijos a centros asistenciales en esta cuarentena. Y varias provincias han compartido esta preocupación por la caída del programa infantil de inmunizaciones que debió completarse durante los meses de mayo y junio y en la edad escolar ha influido la suspensión de las clases presenciales.


En este aislamiento los chicos no son de riesgo en coronavirus, sin embargo les preocupan especialmente a los pediatras otras consecuencias del encierro como la falta de vacunación, el aumento de la obesidad y problemas de la visión, entre otras patologías, que se agravan por el aumento de violencia familiar, angustias, insomnio, alergias y el retroceso en el control de esfínteres. Y el alto abandono de tratamientos de enfermedades crónicas, de terapias, y la falta de control de crecimiento en los bebés. Por eso urgen comunicaciones para alertar a los padres de la gravedad de no controlar a los chicos sanos y abandonar los tratamientos a quienes los necesitan.


Hay que recordar que el aislamiento sumó otro problema preocupante que se les debe observar a los chicos, como son las horas de conectividad en los que los médicos han detectado un aumento de dolores de cabeza y cansancio visual por el mayor tiempo que pasan frente a las pantallas y estar obligados a vera a corta distancia, sin que se sepa si esto tiene efectos a largo plazo. Tan desconocido como las secuelas psicológicas del encierro.