La lucha por controlar la inflación ha sido una obsesión para cada uno de los gobiernos que se han sucedido en los últimos 75 años, y particularmente para esta última gestión que, al asumir en 2015 confiaba plenamente en que conseguiría una reducción abrupta de los niveles que se venían registrando en los últimos períodos.
Para la economista e investigadora de la UBA (Universidad de Buenos Aires), Victoria Giarrizzo, el problema es que siempre se ha considerado que la inflación es simplemente un fenómeno monetario, sin preguntarnos sobre el origen de este mal que tanto nos atormenta.
Si profundizamos en el origen de la inflación se llega a la conclusión de que dentro del problema monetario hay un problema fiscal originado por la necesidad de emitir dinero para financiar al gobierno cuyos ingresos son insuficientes. Esto hace que el país no crezca en la medida de los necesario y si el país produce poco hay más dificultades para crear empleos, se genera más pobreza y el sector público debe aumentar su asistencialismo. El deterioro fiscal se agrava porque el Estado recauda menos y recurre a subas de impuestos que presionan sobre los precios, afectando la competitividad del país.
En base a este comportamiento Giarrizzo asegura que a la inflación que hoy tenemos en la Argentina, una de las más altas desde 1991, no se la va a combatir ajustando el gasto público con recesión, subiendo las tasas de interés con especulación, ni obteniendo dólares con endeudamiento. La única forma de combatir el flagelo es con una economía competitiva, con mayor tecnología incorporada a la producción y una mayor capacidad exportadora de productos que cuenten con el componente nacional en su fabricación. Para eso se necesita un Estado que descomprima la carga impositiva y aumente su recaudación con crecimiento y menor evasión. Y de empresas que inviertan y creen trabajo para bajar la carga de empleo público, lo mismo que de grupos financiero que no especulen con los créditos para la producción.
Todo este paquete de medidas conforman lo que la economista denomina ‘la lucha productiva”, que es algo que nunca se ha querido afrontar como corresponde porque se trata de una tarea que es larga y muy lenta, y que sólo se logra haciendo que trascienda los distintos gobiernos sean de cualquier extracción política.
Por ahora es la única salida de esta gran crisis por la que atraviesa el país, pero hay que tener en cuenta que para implementar la lucha productiva hay que contar con un Estado eficiente, funcionarios honestos, un sistema financiero responsable y empresas comprometidas.
