La comunidad científica sigue estudiando los efectos del calentamiento del planeta, que ya se sienten con las bruscas alteraciones atmosféricas, mientras se esperan decisiones efectivas de los países comprometidos a luchar contra el cambio climático, una morosidad preocupante porque la naturaleza sigue mostrando variaciones extremas y los acuerdos de la Cumbre de París continúan sin aparecer en el plano internacional, en particular de las naciones más contaminantes. Los escenarios de esta transformación pueden ser hipotéticos para los escépticos, pero la imagen de la Base Esperanza en la Antártida Argentina con el suelo absolutamente despejado de hielo y nieve, son un adelanto del rango térmico que fertilizará millones de hectáreas en las zonas más frías del planeta.


Es que cualquiera que sea el futuro, en las próximas décadas y más a fines de este siglo, la factibilidad de la mayoría de los cultivos estará en los millones de hectáreas de las zonas más frías del planeta pero con gran impacto sobre el clima y la biodiversidad. Los últimos estudios científicos revelan en pruebas de laboratorio que la mitad de las tierras aptas para la agricultura se encuentra dentro de las fronteras de Rusia y Canadá con más de 400 millones de hectáreas en cada país, como también buena parte de las Rocallosas, la cordillera que atraviesa Norteamérica, y en el sur de los Andes junto a la Patagonia, y grandes extensiones del Asia central.


Por los cambios de humedad, amplias franjas adyacentes a los desiertos africanos y australianos se ganarían para la agricultura, al igual que Irlanda, los países nórdicos y los Alpes, con plantaciones de arroz, trigo, maíz, caña de azúcar, soja, vid, y algodón, entre otras. El desarrollo agrícola en esas grandes extensiones traería aparejado un problema todavía mayor junto al cambio climático porque se liberarían de los suelos cantidades alarmantes de carbono, entre el 25% y el 40% de todo el carbono atrapado en esa tierra que nunca ha sido roturada por el hombre. Según Conservation International, la organización patrocinadora del estudio, 177.000 millones de toneladas de carbono podrían escapar a la atmósfera en sólo cinco años, el equivalente al total de las emisiones que tendría Estados Unidos en 119 años al ritmo actual.


Tanta liberación de gas tendría un efecto multiplicador y uno de los mayores temores científicos es por el metano que contiene la franja de tierra permanentemente congelada, el permafrost, liberando un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el CO2, lo que aceleraría más el cambio climático. Sin duda el futuro de la humanidad y de todos los seres vivos está en las decisiones políticas que se tomen ahora porque todo este panorama será muy pronto irreversible.