Las relaciones diplomáticas de España y Cuba han estado sujetas a signos políticos confrontados y ahora se intenta buscar consensos para defender intereses económicos recíprocos, caso de las 18 empresas españolas radicadas en la isla y amenazadas por el bloqueo de Estados Unidos ordenado por Donald Trump. La visita de Felipe VI a Cuba ha sido cuidadosamente diseñada en Madrid para que no se interprete como un respaldo al régimen cubano, de manera que tanto el Gobierno como la Casa del Rey han insistido en darle un carácter "institucional" a este viaje coincidente con el 500 aniversario de la fundación de La Habana.

En sintonía con esa rebuscada institucionalidad diplomática, las autoridades cubanas calificaron la visita como un "gesto de amistad y deferencia" para que nadie le dé doble sentido a la pomposa recepción. Lo cierto es que ha sido una primera aproximación para que después se llegue a la formalidad política y administrativa que defiendan los intereses en juego por encima de las ideologías y de las formas de gobierno, aunque resulte difícil aglutinar ideas superadoras con una dictadura que habla de apertura pero se cierra más, a pesar de los fracasos de la revolución.

De todas maneras el Rey aprovechó una comida con el presidente Miguel Díaz-Canel para hacer un alegato a favor de la democracia y los derechos humanos señalando que los cambios no pueden imponerse desde afuera, en alusión a las presiones de Washington para forzar un cambio político en la isla, por lo que remarcó que es la representación institucional diversa y pluralista de la sociedad la que garantiza la forma de expresar libremente las ideas y el derecho de asociación y reunión. Y puso como ejemplo la Constitución española de 1978 que ha enseñado a la ciudadanía que es en democracia como mejor se representan y se defienden los derechos humanos, la libertad y la dignidad de las personas y los intereses.

Díaz-Canel respondió al Rey reivindicando la soberanía e independencia de los cubanos para decidir su sistema político y el ritmo y alcance de sus propios cambios. Y en este camino elegido destaca el acompañamiento de amigos en el mundo, entre ellos los españoles, aclaró. Es decir, a diferencia de los cambios políticos reclamados por Felipe VI, el anfitrión se refirió exclusivamente a las reformas económicas, por lo tanto nada cambiará. Esto lo ratificó también Raúl Castro, que dejó la presidencia cubana en abril último, pero sigue siendo un referente fundamental del régimen a pesar de sus 88 años. En definitiva nada parece cambiar en Cuba aunque afirme que tiene planes de desarrollo hasta 2030.