A pesar del crecimiento sostenido de la recaudación tributaria, el Gobierno nacional no consigue todavía un equilibrio fiscal, no obstante haber avanzado en estos quince meses en el ordenamiento de las cuentas públicas y sin recurrir a la nociva emisión monetaria, consecuencia directa de la alta inflación.

Según la AFIP, el primer cuatrimestre de este año cerró con una recaudación de 783.878,8 millones de pesos, que representa un avance de casi el 34% interanual, en tanto los ingresos de abril pasado subieron 24,6% con respecto a igual mes de 2016, aunque en términos reales este crecimiento fue levemente negativo ya que estuvo por debajo de la inflación, que según las consultoras privadas se ubicó en 26% en los últimos doce meses. Peor hubiese sido este resultado fiscal sin el blanqueo de capitales que inyectó en abril 3.820 millones al Tesoro.

Las metas oficiales sobre inflación y tipo de cambio para este año son pautas al filo de la cornisa: los precios relativos siguen altos aunque frenados, lo que da cierto optimismo, mientras un dólar quieto sigue lejos del 18,5 pesos presupuestado y todo apostando al 3% de crecimiento anhelado para 2017.

Resolver el gasto público más alto de la historia, heredado de la última década, es una tarea compleja que ronda en torno al gigantesco aparato estatal, y racionalizarlo implica una decisión política que involucra también a los gobiernos provinciales, municipales y empresas del Estado, más en tiempos electorales.
Para el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se transita el camino gradual hacia un equilibrio financiero para los próximos tres años aprovechando la confianza que esta gestión ha generado en materia económica, de manera que el Ejecutivo está trabajando para que la economía no dependa sólo del consumo sino que los procesos de crecimiento sean realmente sustentables.

Sin embargo, el único equilibrio creíble se dará cuando se conozcan las reestructuraciones físicas, funcionales y políticas para que el Estado no sea refugio de cargos públicos y sostén del asistencialismo prebendario, ajustándolo estrictamente a la ayuda de los sectores más desprotegidos y a las reales funciones inalienables que le competen.