Es posible que entre las más eficientes prácticas para manipular y engañar se encuentre el imponer falsas dicotomías. Es cuando a menudo se desliza en el ámbito público "yo o el caos", o "no quedó otra opción", entre varios ejemplos de finalidad sigilosa. Es pertinente aclarar que normalmente se presentan alternativas, pero su falseamiento es intencional. Si se analizan los argumentos en torno al rol del Estado, se encontrarán ejemplos abundantes de dilemas espurios y siempre abismales. Con afectación de prudencia y sapiencia, se suele decir que "la escuela pública debe tener como prioridad contener, si no corremos el riesgo de una desintegración social". Más allá de no definir jamás en qué consistiría la acción de "contener", tal disyuntiva no se ha registrado en los hechos. Lo que la realidad ha impuesto fluctúa entre la declinante inercia y la multiplicación de escuelas privadas, pese a su condición cada vez más onerosa.


Si nos enfocamos en el tema de seguridad, la justificación base de las falsas dicotomías ha sido en general: "Como la delincuencia es consecuencia del capitalismo, se impondrá un sistema socializante, y las supuestas transgresiones a la ley irán desapareciendo". La multiplicación de actos delictivos, crecientes en gravedad, número y crueldad, también rebaten esta amañada y poco inocente dicotomía. En Rosario (Santa Fe), además de casi un asesinato diario, se registran entre 15 y 20 balaceras por día en plena calle, con la exposición general a la fatalidad que implica. El intendente de Rosario ha asegurado que "el 95% de los crímenes son ordenados desde penales federales". Pero ordenar las prisiones argentinas de acuerdo a un esquema de aislamiento, al modo de El Salvador bajo la presidencia de Nayib Bukele, sería aquí anatema. Las únicas alternativas viables parecieran ser las propuestas por las inclaudicables falsas opciones. Después de que la retórica falaz arrasa con todo atisbo de civilización, la disyuntiva que se termina imponiendo es entre seguridad y caos. En ella se encuentra hoy Haití. El Estado no fue frontal con la delincuencia, cediéndole intersticios desde los cuales se consolidó y extendió. Se formaron pandillas que se fueron haciendo con el control de todo. Human Right Watch informa que controlan áreas estratégicas, como la distribución de combustible, bloqueando así el comercio, salud, educación, etc. De acuerdo a Naciones Unidas, un 40% de la población experimenta inseguridad alimentaria grave. Esto ha vuelto agraviante todo embauque verbal, empujando a la población a la opción entre caos o supervivencia. En abril pasado, 160 delincuentes fueron perseguidos y linchados en Haití, muchos han sido quemados vivos. Ante la inoperancia del Estado, los ciudadanos del país antillano eligieron este camino, que sin duda dejará una aciaga marca en la sociedad. Porque no están conteniendo la violencia con la institución judicial, sino con "justicia" por mano propia. El caos conceptual, invariablemente, conduce a una realidad caótica.