Las premisas políticas y sociales buscan fortalecer a las nuevas generaciones porque sobre ellas recaerá el compromiso del crecimiento anhelado, más si se trata de países en vía de desarrollo. Sin embargo, un estudio difundido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala lo contrario del ideal, ya que anualmente mueren 1,2 millones de adolescentes entre 10 y 19 años de edad por causas evitables. 


Basta observar que el mayor número de jóvenes fallece en accidentes de tránsito, para considerar la falta de educación vial tanto para tomar conciencia de los riesgos que llevan protagonizar siniestros por no respetar normas elementales como el casco protector o el cinturón de seguridad. Le sigue en la estadística la muerte por infecciones respiratorias, consecuencia del daño del medio ambiente y los suicidios, propios de contextos sociales que llevan a banalizar la existencia.  


La calidad de vida en algunos países de África hace estragos entre los adolescentes por enfermedades contagiosas como el VIH/sida, las infecciones respiratorias, la meningitis y las enfermedades intestinales que se cobran más vidas adolescentes que los accidentes de tránsito, indica el estudio. 


Frente a este panorama, no hay dudas que la gran mayoría de las muertes de adolescentes se podrían prevenir con una mejora de los sistemas sanitarios y de educación y con más campañas de sensibilización sobre conductas de riesgo. Se ha descubierto, en muchos casos, que los adolescentes con trastornos mentales, adicciones a las drogas o problemas de alimentación, no pueden acceder a servicios básicos de prevención y tratamiento, ya sea porque estos no existen o no tienen información para pedir ayuda.  


Para la OMS los adolescentes han sido los grandes ausentes de los planes nacionales de sanidad durante décadas, sin advertir la gravedad que producen un impacto importante en su futuro, caso de una mala alimentación, inactividad física o prácticas sexuales peligrosas.  
Se observa en esto el rol fundamental de los padres y de las comunidades organizadas ya que tienen el potencial para influir de forma positiva en el comportamiento y en la salud del menor.