La cotización internacional del barril de petróleo se ha desplomado esta semana a su nivel más bajo en más de un año, tanto en las referencias WTI (West Texas Intermediate) y Brent en un 30% y un 28% respectivamente, considerando además el comportamiento fluctuante del crudo en los últimos cuatro años. Paralelamente, en los surtidores argentinos los valores de los combustibles se han situado en lo que paga el usuario a nivel internacional.
Ante este panorama, ya debemos referirnos a los reajustes periódicos de las petroleras locales a los precios en dólares y no en pesos, cada vez que anuncian nuevos valores para las naftas o el gasoil. Además, vale observar, las últimas mínimas bajas en los surtidores no han respondido a las fluctuaciones internacionales sino a compañías que debieron hacerlo para no quedar fuera de competencia frente a la petrolera estatal.
Si tomamos como referencia las estimaciones de consultoras extranjeras, la baja de los hidrocarburos no se detendrá por ahora en el contexto de la economía mundial. Están desacelerados por la mayor producción estadounidense de petróleo no convencional y la reafirmación de Donald Trump de considerar a Arabia Saudita como socio estratégico.
Recordemos que la liberación del mercado de combustibles en el país toma como referencia las fluctuaciones en el mundo, por lo que las compañías no tienen razones para seguir presionando para que se les autorice un nuevo aumento para antes de fin de año. Por el contrario, deberían analizar la posibilidad de reducirlos teniendo en cuenta que la referencia local es de 66 dólares el barril Brent.
Por eso si las empresas vienen jugando con los costos en dólares para fijar sus precios de surtidor, resulta inadmisible que en el último trimestre el litro de nafta súper haya trepado de U$S 0,86 a U$S 1,14, justamente en el período en que el crudo WTI cayó a 53,43 dólares el barril y el Brent tuvo la mayor caída desde diciembre del año pasado.
Pero aquí el desfasaje no sólo es una cuestión del sector privado, sino que contribuyen también medidas oficiales como el reciente aumento de los biocombustibles (se mezclan 12% con naftas y 10% con gasoil) por parte de la Secretearía de Energía. Todo esto sin considerar la presión tributaria que no sigue ninguna referencia global.
