En toda sociedad se configura la vida colectiva y particular de acuerdo con las premisas adoptadas, es decir, con los principios que la constituyen. No se discute que estos pueden cambiar con el paso del tiempo, pero en general evolucionan positivamente, se perfeccionan. Uno de los fundamentos de gran parte de Occidente, desde hace unos dos siglos, ha sido la libertad. El libre albedrío, esa voluntad gobernada por la razón y la elección consciente, ha posibilitado una dinámica que dio lugar al capitalismo, a la Revolución Industrial, al desarrollo de las ciencias y tecnologías. Es decir, todo aquello que transfiguró íntegramente la realidad humana a una velocidad sin precedentes en la historia. Muchos de tales frutos de sistemas emergidos de la libre disposición de las personas y de la competencia, han sido emulados en otras regiones del planeta. Y los efectos han sido muy positivos, por ejemplo para China, Japón y otras naciones otrora menesterosas. Sociedades y estados han coincidido en esta asimilación. Pero, por el contrario, la adopción de principios ha sido muy disímil, y esta es una fuente de serios conflictos.

Y no se trata de injerencias en la vida de culturas dispares a la nuestra, sino de señalar la no concordancia entre poder y ciudadanía como fuente de calamidades. Se constata en el caso de Irán, donde una joven de 22 años fue detenida por la "Policía de la moral". El "delito" habría sido el no cumplir con la estricta regulación sobre el uso del velo femenino. Masha Amini, según testigos, fue golpeada dentro de un vehículo policial luego de ser arrestada. En fotografías, el mundo la vio agonizar, para luego enterarse de su fallecimiento. Las autoridades pensaron que el argumento sobre que "sufrió un repentino problema cardíaco" sería suficiente para dar vuelta la página. Pero estallaron protestas, más de una treintena de personas ya perdió la vida por la represión del régimen. Con el fin de pretender controlar la realidad, restringieron el acceso a internet, incluyendo servicios de mensajería. Pero se trata de un conflicto de principios entre pueblo y poder, no de un exceso de comunicación.

Si se observan imágenes de Irán de, por caso, la década de 1960, se visibiliza una comunidad abierta, damas con vestimenta a su elección, además de rostros y movimientos alojados en la libertad. Pero indudablemente hubo un momento en que se traspasó una frontera. Aquella tolerancia que lleva a vulnerar los propios principios lleva indefectiblemente a un descenso innoble de todos los niveles de convivencia. Recientemente, la reconocida periodista de CNN Christiane Amanpour tuvo conciencia del límite que no se debe traspasar. En una entrevista pactada en Nueva York con el presidente de Irán, este le exigió que se cubriera la cabeza como condición. La periodista no cedió y Ebrahim Raisi finalmente no se presentó. Pero el límite quedó claro y definido ante todos.