El dictador Nicolás Maduro logró que Venezuela obtenga un lugar en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a pesar del contundente informe presentado por la Alta Comisionada de ese mismo organismo, Michelle Bachelet, con pruebas irrefutables de las violaciones sistemáticas a las garantías fundamentales de los ciudadanos venezolanos llegando a una crisis humanitaria sin precedentes en el continente.


Sin embargo la cuestionada diplomacia que maneja las organizaciones multilaterales torció la votación a favor del régimen chavista, pesando más la cuestión ideológica por sobre la realidad dramática que castiga al pueblo venezolano. Cuba, China y los miembros del Movimiento de Países No Alineados avalaron la candidatura venezolana y no la de Costa Rica, el otro postulante regional al escaño.


En la ONU parecen desconocer que Maduro asumió la presidencia en enero pasado tras unos comicios fraudulentos y por ello más de 50 países no reconocen la legitimidad de su cargo. Pero lo realmente insólito es que fue el propio Consejo de Derechos Humanos el que envió en junio pasado a Venezuela a la Alta Comisionada para verificar in situ las denuncias y el resultado fue condenatorio.


Bachelet documentó las ejecuciones extrajudiciales por parte de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Bolivariana, los asesinatos durante las protestas contra el Gobierno y las persecuciones a la oposición: hay 24 diputados despojados de su inmunidad. También sobre las dificultades para acceder a los alimentos y a los servicios de salud, y el agravamiento de la crisis económica debido a la corrupción que llevó al colapso de una nación con inmensos recursos naturales.


De todas maneras la presencia de Venezuela, entre los 14 nuevos miembros de los 47 países que integran el Consejo, no evitará la vigilancia que pueda hacer a la situación del país caribeño, como lo hizo el año pasado con la misión encabezada por la expresidenta chilena. Lo que desagrada, y recibe una andanada de críticas, es el hecho de que se haya dado un asiento a Venezuela en un organismo que supuestamente promueve y protege los derechos humanos en todo el mundo y le da la razón a quienes lo acusan de parcialidad y disfunción.


El éxodo poblacional por la crisis humanitaria y los crímenes atroces comprobados por la propia ONU, no pueden ignorarse por la "neutralidad" esgrimida por los países que votaron a favor de la representación de Venezuela. Eso más que neutralidad es "complicidad".