A partir de los anuncios de la campaña de Donald Trump, los analistas económicos y políticos fueron escépticos frente a las expectativas de mayor empleo, cuando el magnate hablaba de los puestos de trabajo que les privaban a los estadounidenses las fábricas norteamericanas radicadas en el exterior. 


Los observadores afirmaban que la desocupación no era un fenómeno de las multinacionales amenazas por Trump por haber establecido plantas en México y en otros países para obtener ventajas con los menores salarios sino por otros factores propios de la evolución industrial. Los técnicos señalaron que la desocupación en Estados Unidos la provocaba el avance tecnológico y particularmente por la robótica en los procesos fabriles. 


Sin embargo, los primeros 100 días en el Gobierno le dieron la razón a Trump con caída de los índices de desempleo y un aumento en el salario medio, dos indicadores de la recuperación económica suministrados por el Departamento de Trabajo de EEUU. Las cifras de enero pasado revelan que en ese mes se crearon 238.000 nuevos empleos, el nivel más alto en los últimos cuatro meses, en tanto el sector productor de bienes creó 95.000 puestos, un récord en los últimos 17 años. 


A las señales inequívocas del fortalecimiento económico por la confianza en el nuevo gobierno, se le sumaron las mejoras del salario medio con una suba de 6 centavos, a 26.09 dólares por hora, tras el alza de cinco centavos que tuvo en enero último. Con estos números el presidente Donald Trump está reafirmando su política ocupacional, especialmente en sector manufacturero, centro de sus promesas proselitistas. 


Es que bajar la tasa de desempleo al 4,7% actual, en una nación donde todos los parámetros de crecimiento se miden a través del desarrollo económico y el bienestar de la población mediante la distribución de la riqueza, son estadísticas para reflexionar frente a las expectativas desfavorables de los observadores de la administración de Trump. Si a este panorama positivo se le suma el giro del presidente en el tratamiento de políticas sensibles, caso del programa de salud, se explica el enfriamiento de la irritabilidad social.