Desde el inicio de la actual gestión de gobierno los operativos de desbaratamiento de bandas de narcotraficantes se intensificaron exitosamente posibilitando incautar varias toneladas de drogas. Los récords se han sucedido en 2016 y 2017, con casi 15 toneladas cada año y se espera para 2018 valores similares, pero hay un comportamiento que empaña este accionar. Se trata de la sustracción de parte de los cargamentos incautados, por efectivos de las fuerzas de seguridad o por otras personas estrechamente vinculadas a los responsables de los operativos.

En un primer momento esta maniobra, que se ha hecho habitual, no era fácil de detectar, ya que la droga desaparecía justo antes de su incineración, que es la última etapa del proceso de decomiso. De cada cargamento incautado desaparecían sistemáticamente varios kilos de droga que, inevitablemente, volvían al circuito interno asegurando buenas ganancias a quienes intervenían en la maniobra.

El hermetismo con que se manejan estos casos es otro de los factores que han dificultado la detección de estos casos de sustracción. Al mantenerse en secreto muchos de los datos vinculados a los operativos y las cantidades de droga, se les ha hecho más fácil a quienes se quedan con parte de los cargamentos pasar desapercibidos y actuar con total impunidad.

Cada vez que se ha detectado un faltante de la droga han surgido las más insólitas defensas por parte de los apropiadores, quienes han esgrimido curiosas excusas par justificar la pérdida de valiosas cargas, como el caso de los "abrevalijas" de Ezeiza o el de los roedores que se comieron cientos de kilos de droga.

Este comportamiento también ha sido promovido por la carencia de algunos elementos que son fundamentales dentro del proceso de decomiso de drogas. Se ha conocido que desde hace un tiempo ha dejado de funcionar el horno pirolítico, ubicado en la sede de Gendarmería Nacional, en la zona de Retiro. Es decir que no se está cumpliendo con la última etapa del decomiso, haciendo posible que la droga permanezca por largos período en oficinas o galpones y se convierta en una gran tentación para quienes les toca trabajar o permanecer cerca de cargamentos valuados en millones de dólares.

La única salida es reparar lo más pronto el horno y aplicar un sistema de control más efectivo, para seguir de cerca cada uno de los pasos que implica el decomiso. Sólo así se logrará que la lucha contra el narcotráfico o la droga sea realmente exitosa.