En una Argentina donde, en los últimos tiempos, todas las mediciones o índices están dando resultados negativos, conocer que en materia de mortalidad infantil se ha mejorado, es muy alentador especialmente para todo el sistema de salud y de asistencia social que trabaja incansablemente para evitar que haya menores que mueran a poco de nacer o en sus primeros años de vida.


Los datos que se están manejando son del año pasado y en algunos casos de 2017, pero sirven para mostrar la tendencia o el comportamiento de la mortalidad infantil en distintas jurisdicciones del país. Del análisis de esos valores surge que la provincia de Buenos Aires, en la que por dos años consecutivos se ha logrado bajar la tasa de mortalidad infantil, durante 2018 se ha conseguido el índice más bajo de su historia al haber descendido al 9 % por cada 1.000 niños nacidos. Algo similar ocurre con San Juan donde durante el 2015 el índice de mortalidad era de 9,1% y en los años subsiguientes bajó notoriamente hasta colocarse en el orden del 8 %, en 2017. Estos valores colocan a nuestra provincia entre una de las jurisdicciones con mejores guarismos tanto del interior del país como de la Región Cuyo. 


Para Buenos Aires el hecho de que en un año se hayan salvado de morir 217 bebés se lo atribuye a una mayor cantidad de embarazos detectados antes de las 13 semanas de gestación, un aumento de las mujeres que hacen más de los cinco controles obstétricos recomendados, la derivación de embarazos de riesgo a hospitales con maternidades mejor equipadas y el diagnóstico precoz de cardiopatías congénitas. También a un mayor acceso de las familias a servicios de agua potable y cloacas, y ayudas sociales especialmente vinculadas a la salud que se han implementado en beneficio de los sectores más vulnerables.


En nuestra provincia muchos de estos factores coinciden, pero hay uno de fundamental importancia: el programa "Mis primeros mil días'' que ha contribuido decisivamente con control médico y asistencia alimentaria básica para los niños, desde el momento de su gestación hasta los primeros dos años.


Este comportamiento es realmente satisfactorio porque demuestra que a pesar de la crisis económica que condiciona la asignación de recursos en distintas áreas, afortunadamente existe conciencia de que hay que hacer los mayores esfuerzos para asegurar la vida de los infantes, como una de las mejores inversiones que se pueden hacer dentro de una sociedad.