La crisis humanitaria que afecta a Venezuela alcanza a 5,5 millones de refugiados y migrantes en todo el mundo, según cifras oficiales, aunque podrían ser muchos más por el éxodo incesante y marginal. Ese gigantesco movimiento de personas, la mayoría a países latinoamericanos, demanda la atención de diferentes gobiernos y de las organizaciones internacionales específicas, como ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y de la OEA comprometida en el seguimiento diario del enorme movimiento de gente.
Pero este año la situación ha empeorado porque los migrantes deben sobrevivir en el desamparo y el impacto de la pandemia, particularmente duro en los lugares de acogida que carecen de políticas sanitarias de atención gratuita e irrestricta para quien solicite atención médica. Las cuarentenas con confinamiento social dejaron sin los pocos recursos que tenían los migrantes dejándolos más vulnerables al contagio y el cierre de fronteras les impidió desandar el camino para buscar mejores posibilidades en otros destinos.
Por el Covid-19 los venezolanos están utilizando rutas marítimas peligrosas para huir del régimen de Nicolás Maduro y ya se los compara con los "balseros" cubanos por arriesgar sus vidas en embarcaciones inapropiadas para las travesías hacia alguna isla del Caribe. También por la emergencia sanitaria los venezolanos han utilizado pasos irregulares, senderos peligrosos y cruces limítrofes no autorizados a fin de eludir los cortes de carreteras, quedando a la merced de bandas de narcotraficantes y otros marginales que les quitaron las pocas pertenencias.
Ante esta realidad la OEA ha recordado a los gobiernos de acogida el estatus de refugiado basándose en la Declaración de Cartagena, la cual extiende el concepto de refugiado a personas que han huido de sus países porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, las violación masiva de los derechos humanos o la alteración del orden público.
La pandemia ha potenciado la emergencia humanitaria de los venezolanos, incluso de los que aún residen en el país caribeño desprotegidos de servicios elementales y sin alimentación suficiente. Este panorama es dramático para los que huyeron porque en muchos lugares el sálvese quien pueda se hace realidad en medio del caos para atender a los ciudadanos y abandonar a los que llegan en calidad de refugiado o migrante. Los organismos internacionales deben mirar hacia esos millones de almas abandonadas y socorrerlas en esta emergencia.
