En un reduccionismo incongruente con la realidad, los apelativos de "derecha" e "izquierda" no han aportado nada para hacer el mundo más comprensible. Tales términos se han utilizado corrientemente como una forma de descalificación, bajo un pretexto seudoideológico. Tal vez más contribuiría a descifrar el complicado entretejido de la coexistencia humana el distinguir entre políticas palabristas y políticas de hechos. Las primeras sólo se ocupan, excluyentemente, de las palabras. La política de hechos se orientaría a solucionar problemas, además de buscar la superación de cualquier situación.


La política palabrista llega a desentenderse de los hechos, sin importar que la realidad contradiga sus edificios verbales. Es más, al menos por un tiempo llega a suplantar tales hechos con palabras, en aquellas sociedades con el sentido crítico narcotizado por inercias, mentir siempre lo asimilan a pensar que alguien le va a creer.


Esta forma de conceptualizar la política encuentra una constatación inmediata en el gobierno de Venezuela. Desde las palabras, se esmera en proyectar hacia el mundo una materialización de éxitos derivados de un espíritu patriótico, popular y legal. Los hechos verifican algo bastante peor que lo contrario. Recientemente se ha dado a conocer un informe de la Misión Internacional Independiente de las Naciones Unidas, encargada de determinar incidentes vinculados a los Derechos Humanos. La Misión denuncia "ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y torturas", entre otros atropellos. Luego de un profundo estudio, también señaló "patrones de violaciones y crímenes altamente coordinados de conformidad con las políticas del Estado" y que "tanto el presidente Nicolás Maduro como los ministros del Interior y Defensa estaban al tanto".


Entre otros asuntos de gravedad, se señalan "2.552 incidentes en los que se produjeron más de 5.000 muertes por parte de las fuerzas de seguridad". Todo esto sin mencionar la pobreza a la que han sometido a su población, la cual constituye de por sí otro atropello a la dignidad humana.


Con su política palabrista, el Gobierno bolivariano ha logrado, al menos hasta el momento, cierta impunidad. En el concierto internacional, Estados exitosos ante la realidad y coherentes con los Derechos Humanos, demuestran como una especie de culpa antes los regímenes palabristas como Venezuela o Cuba. Es más, y a pesar de que el Informe es coincidente con la Asamblea General de la ONU, en el desarrollo de este encuentro, que constituye una vidriera internacional, no se ha aprovechado para situar en primer plano a esta circunstancia que degrada a la misma condición humana.


La política palabrista puede salir airosa, pero sólo por un tiempo. Siempre la realidad es la que se termina imponiendo, redefiniendo todo.