El joven político de centroderecha Emmanuel Macron (39), asumió el gobierno de Francia poniendo de relieve en su mensaje inaugural el relanzamiento del proyecto europeo como base para que el país galo se mantenga como potencia y proyectarse en el mundo.
Para ello, dijo que será necesaria una Europa más eficaz, más democrática, más política y protectora, y prometió trabajar en procura de esos objetivos. Es que durante la campaña, a diferencia de la casi totalidad de los otros candidatos, más de la ultraderechista Marine Le Pen, había evitado culpar a Bruselas y a la Unión Europea de los problemas franceses.

No obstante, se refirió a cambios en el funcionamiento de la UE y de la zona euro, para lo que se debía avanzar a fin de convencer a las instituciones comunitarias y a sus socios, en particular Alemania. En eso Francia debe dar ejemplo poniendo en orden sus cuentas públicas, en referencia al déficit que debería estar por debajo del 3% del PBI este año, y hacer reformas como la prevista para el mercado laboral.

En esos objetivos, uno de los que más choca con Berlín es el de un presupuesto de la zona euro para financiar inversiones, ayudar a los países que sufran un impacto económico o reducir los desequilibrios entre los miembros de la moneda única. Otra idea polémica de Macron es la de reservar una cuota en las licitaciones públicas en la UE a las empresas que tengan al menos el 50% de su actividad en territorio europeo, a imagen de lo que ocurre en Estados Unidos.

La tarea de Macron es ardua y debe comenzar de inmediato con un nuevo gobierno de cara a las elecciones parlamentarias de junio, pero con la visión que considera superada la dicotomía entre la izquierda y la derecha en la política francesa. En esta gestión estará el nombrado primer ministro conservador Edouard Philippe, ahora diputado en la Asamblea Nacional y alcalde de la ciudad portuaria de Le Havre.

Emmanuel Macron cumplió ayer con la rutina de todo presidente francés tras asumir el mando: viajar a Berlín a presentar su proyecto europeísta. En esta ocasión hay reformas delicadas que no cuentan aún con el beneplácito de Angela Merkel, pero el carisma del nuevo presidente juega a su favor.