En la comunidad científica nadie debería poner en tela de juicio el desempeño de la Organización Mundial de la Salud (OMS) frente a la pandemia del coronavirus, pero la extrema prudencia y la ambigüedad con que se maneja en sus informes y recomendaciones exasperan a quienes esperan definiciones. Peor todavía, al observar que los tiempos del organismo no se compadecen con las urgencias destinadas a controlar la expansión de los contagios, de manera que las políticas públicas actúen en consecuencia.
Las críticas a la OMS no se centran en medicaciones ni tratamientos sino en algo más simple como el uso del barbijo para resguardo personal. Por ello la semana pasada 239 científicos de diferentes países emitieron una declaración en la que repasaban las pruebas de la transmisión por virus que se quedan en suspensión, señalando que existe evidencia más que suficiente para que se aplique el principio de precaución para controlar la pandemia, a la espera de disponer de una vacuna y se deben interrumpir todas las vías de transmisión.
Los expertos no estaban descubriendo una vía principal o inesperada, sólo advierten de que sobre todo en interiores hay situaciones en las que se puede dar contagio por aerosoles al permanecer en suspensión estas pequeñas partículas con la posibilidad de infectar a alguien. La OMS respondió que sus recomendaciones ya incluyen la necesidad de ventilar lugares cerrados, no obstante dijo que nada es definitivo porque hay pruebas nuevas, sin descartar la posibilidad de transmisión aérea en lugares abarrotados, cerrados, con poca ventilación, pero la evidencia "debe ser recopilada e interpretada".
Lo único concreto es que el máximo ente sanitario mundial emitirá un informe al respecto "en las próximas semanas y eso resumirá todo lo que sabemos en este campo", sostuvo Maria Van Kerkhove, jefa de enfermedades emergentes de la OMS, en videoconferencia. Pero la cuestión del contagio aéreo es sólo un tema de tantos polémicos que rodean a la agencia de las Naciones Unidas, desde la exasperante demora en declarar la pandemia, cuando ya tenía en su poder pruebas contundentes de la propagación, y le valió la renuncia de Estados Unidos, su principal sostén económico.
Las críticas a la OMS no son nuevas ya que viene soportando tormentas políticas como en 2014, por su lenta respuesta a la epidemia de ébola en África, que mató a más de 11.000 personas. La lentitud y ambigüedad tal vez eviten errores, pero esta crisis pide respuestas rápidas.