Khalid Masood, el terrorista que perpetró el miércoles último el atentado en Londres, contaba con antecedente de delitos contra el orden público que no estaban relacionados con el terrorismo. No obstante, hace algunos años estuvo en el radar de los servicios de inteligencia británicos por sus vínculos con el extremismo. Es decir que la acción de Masood, un hombre de 52 años nacido en el condado de Kent, pudo haberse estado gestando durante un largo período en que el autodenominado Estado Islámico ejerció su tarea de adoctrinamiento y las fuerzas de seguridad de Gran Bretaña descuidaron el objetivo de vigilancia. 


No es casual que el ataque se realizara en las inmediaciones del Parlamento, en momentos que la primer ministra Theresa May se encontrara en su interior y que, a poco de concretarse, el Estado Islámico o ISIS (por sus siglas en inglés) se adjudicara su autoría. La obstinada manía de infundir terror en sitios emblemáticos y muy concurridos, y hacer saber al mundo quienes son los autores, son algunos de los propósitos preferidos de esta organización que cada tanto tiempo se encarga de asestar duros golpes, en nombre de sus principios ideológicos. 


Ante esta amenaza latente, más de 65 países con riesgos de ataques terroristas han acordado definir una estrategia para terminar con las acciones de ISIS. El encuentro se realizará en Washington la próxima semana y contará con la asistencia de los ministros de relaciones exteriores, además del primer ministro de Irak y el secretario general de la OTAN. Servirá para analizar una serie de opciones en la lucha contra el EI en Siria e Irak. En este contexto sería positivo no sólo que se considere la opción de ataque como defensa, sino también la pacificación a nivel mundial. 


De todas maneras, es necesario que los servicios de inteligencia de los principales países del planeta, incluido la Argentina, no descuiden el seguimiento de personas que puedan llegar a tener vinculaciones con el Estado Islámico. El adoctrinamiento intensivo que se practica en países del primer mundo, sumado a la gran movilidad social que se hace efectiva con el ingreso de refugiados, obliga a estar preparados para detectar la presencia de células terroristas.