La reunión del J-20, que agrupa a las Cortes de Justicia de los países que intervendrán en el G-20, el foro de coordinación económica internacional más importante a nivel global, además de su carácter preparatorio dejó traslucir la fuerte interna que se ha planteado entre el actual presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carlos Rosenkrantz y quien hasta hace poco ocupaba ese cargo, Ricardo Lorenzetti. El detonante fue el mal estado en que Rosenkrantz encontró al Centro de Información Judicial (CIJ), organismo responsable de difundir los fallos y noticias judiciales, que además de acéfalo estaba desmantelado y con la continuidad operativa en riesgo.


Según el nuevo titular de la Corte, antes de que Lorenzetti dejara la presidencia desmanteló la Secretaría de Comunicaciones. Precisamente, para la reunión del J-20, Rosenkrantz tuvo que contratar un periodista por 30 días para que se encargara del funcionamiento del CIJ. El comunicador designado tuvo que afrontar algunos problemas al ingresar a las oficinas, lo mismo que para disponer de los medios para continuar con el servicio.


Es evidente que Lorenzetti, sindicado como un cortista que no infunde mucha confianza al actual Gobierno nacional, había montado en el seno del principal órgano de administración de Justicia una súper estructura que respondía exclusivamente a sus intereses y que al momento de dejar la presidencia de la Corte no dudó en desmantelarla, a costa de dejar acéfalo el Centro de Información Judicial y reducir su personal de 18 a 6 empleados.


Lo llamativo de esta situación es que todo este conflicto se planteó en medio de la reunión del J-20 y con notas formales y públicas que surgieron de ambas partes. Rosenkrantz, a través de una resolución responsabilizó a Lorenzetti de la maniobra de desmantelar la oficina y dispuso vía Secretaría General de Administración de la Corte la recuperación de la totalidad de los dispositivos tecnológicos que posibilitan el manejo del sitio web.


Un hecho lamentable, que hace suponer que el expresidente de la Corte Suprema estuvo haciendo un irregular y oscuro manejo de la información judicial, utilizándola para su conveniencia.


Si bien todo esto deberá ser demostrado, no caben dudas de que Lorenzetti ha actuado conociendo el efecto que provocarían sus decisiones y dando muestras de que durante su gestión algunas áreas respondían exclusivamente a sus órdenes y requerimientos, sin que el resto de la Corte pudiera intervenir.