Cuando a fines del año pasado estalló la propagación del coronavirus originado en China, en circunstancias no del todo aclaradas, y la OMS estableció la pandemia, todos los analistas políticos y económicos pronosticaron una caída del crecimiento global sin precedentes por la paralización productiva y los costos sociales originados por la inesperada enfermedad. Sin embargo el gigante asiático acaba de mostrar al mundo que se puede controlar el avance del virus y recuperar la curva de expansión económica como no lo han hecho otras naciones desarrolladas.

Las cifras que maneja el FMI estiman que China crecerá por encima del 8% en 2021, tras salir exitosa de una estrategia de contención del Covid-19, apoyada por una eficiente política monetaria y fiscal mientras se fortalece el consumo doméstico por la reanudación de las actividades cotidianas, y las exportaciones, gracias a no haber detenido tanto tiempo el poderoso aparato fabril a fin de sostener las exportaciones. Es más, el mes pasado las ventas externas crecieron un 13,2% hasta alcanzar un monto histórico de 203.000 millones de dólares y en abril, en plena paralización del planeta, los chinos sumaron casi la quinta parte de las exportaciones globales.

Como si fuera poco se observó la escalada de la apreciación del yuan, con la mayor revalorización en 15 años, cotizando 6,70 por dólar, cuando en mayo pasado se necesitaba 7,20 yuanes para obtener un dólar. Esos datos no son de Pekín solamente, sino de consultoras internacionales y de los organismos multilaterales que destacan el dinamismo del mercado chino y la capacidad de las autoridades para controlar el coronavirus que golpeó al país con la primera contracción económica en casi medio siglo.

Es así que a pocos meses de finalizar este año, todo indica que China puede ser una de las pocas grandes economías mundiales -si no la única- que crecerá en 2020 frente a la debacle mundial, incluyendo los estancamientos estadounidense y europeo, y lejos de los deficitarios países emergentes. El crecimiento del gigante asiático echa por tierra los argumentos políticos que culpan a la crisis sanitaria por el estancamiento hasta llegar a un estado de quebranto por los incontenibles déficits fiscales originados en la atención de la salud.

Puede argumentarse que la cultura del trabajo y la férrea disciplina social impuesta por el Partido Comunista Chino nos aleja de los números rojos del crecimiento occidental, pero está absolutamente probado que con esfuerzo laboral y precisiones políticas claras pueden sortear las peores catástrofes.