La iniciativa de plantar, en el transcurso de este año, más de 30.000 ejemplares arbóreos en distintos puntos de la provincia, conforme a lo anunciado en el inicio de la Semana de la Forestación, es un hecho trascendental que deberá ser acompañado por una política de mejoramiento de redes de riego para asegurar la adecuada provisión de agua a cada ejemplar.


Se debe evitar lo ocurrido en varios sitios, donde después de que fueron colocadas las plantas se las dejó morir debido a que no se contaba con los medios necesarios para asegurar su riego ni su mantenimiento. Entre esos casos se destaca la obra de forestación del Conector Sur donde decenas de ejemplares sucumbieron por no haberse previsto un sistema de riego apropiado. Algo parecido ocurrió con la forestación a un costado de la Ruta 20, en las inmediaciones de su cruce con la Ruta 141, camino a la Difunta Correa. Numerosos ejemplares de Aguaribay se secaron al no recibir agua en tiempo y forma, malogrando este importante proyecto forestal y ocasionando numerosas pérdidas económicas.


De la misa forma hay numerosos espacios verdes, bulevares o calles en que los árboles no han logrado prosperar, por no haberse analizado previamente el estado de los terrenos, la disponibilidad de agua y la conveniencia de la especie elegida. Ante estas situaciones es necesario que personal especializado de Medio Ambiente o de los municipios, a los que se han hecho copartícipes de la responsabilidad de cuidar el arbolado público en sus respectivas jurisdicciones, se encarguen de hacer un relevamiento para determinar en qué estado está cada ejemplar y la conveniencia o no de reemplazarlo por otro.


Ante estas situaciones conviene recordar la "Declaración del Derecho al Árbol en la Ciudad" del Eco-Club San Juan, puesta a consideración de las autoridades provinciales en 2005. El documento reconoce que la ciudad necesita del árbol como un elemento esencial para garantizar la vida. Por ello el desarrollo del árbol debe darse en toda su plenitud, aprovechando cuanto nos ofrece y en toda su potencialidad, si dispone del espacio y las condiciones que requiere.


El árbol contribuye al enraizamiento de la cultura en el lugar y en la mejora de las condiciones de habitabilidad en el medio urbano, ambos factores determinantes de la calidad de vida en la ciudad.


Por todo esto es que esa entidad ambientalista viene proponiendo situar el árbol en su papel básico, como uno de los primeros recursos patrimoniales de la ciudad.