Arthur C. Clarke, escritor y científico británico, en uno de sus resplandores conceptuales, condensó la propensión humana por el futuro. Con un toque de ironía, deslizó que "El futuro no es ya lo que solía ser". Personas, familias, grupos, comunidades, naciones, e inclusive toda una época, proceden en su existencia, en gran parte, en observancia de una imagen que tienen del futuro. Cuando, por el motivo que fuere, esta se altera o cambia, cierto desconcierto impone su presencia. Esa prefiguración del porvenir puede verse afectada por acontecimientos presentes de diferente valoración, alcance e intensidad. La pandemia, por su carácter repentino e inusual, sacudió inercias y seguridades, amén de los lamentables decesos. Si bien no parece haber alterado el futuro, legó no obstante un dejo de inseguridad y vulnerabilidad. Tales sensaciones subyacentes fueron potenciadas por la invasión rusa a Ucrania. La representación generalizada de que las guerras invasivas a escala habían quedado atrás, dando lugar a un mundo pacífico, integrado y comercial, quedó perimida. Y esto no solamente incide en expectativas, sino también en el nivel de vida de las poblaciones. Millonarias sumas que previamente se destinaban a infraestructura, energía u otros fines civiles, hoy tienen como destino el rearme mundial. No obstante, uno de los temas que más hoy parece desafiar a la humanidad, proviene del futuro: la inteligencia artificial.


Bajo el influjo de tales asuntos, del 19 al 21 de mayo ha tenido lugar la cumbre del G-7, en Hiroshima, Japón. Integran el G-7 Canadá, Alemania, Italia, Japón, Estados Unidos, Francia y Reino Unido, con la representación de la Unión Europea. Es, en esencia, una convergencia de naciones que comparten valores y perspectivas, conscientes de que existen temas que superan toda frontera y que deben ser abordados conjuntamente. El G-7 representa el 58% de la riqueza global, lo que los ubica en la primera línea de confrontación con el futuro, con sus ventajas y desafíos. En el encuentro recientemente concluido, se evidenció una acentuada preocupación sobre cómo la IA puede ocupar un lugar impropio. Este recurso puede tomar iniciativas, ya que es generativo, o actuar dentro de parámetros prefijados. Puede cumplir objetivos planteados fraguando imágenes, sonidos o textos, de manera privada o masiva, en medios o redes sociales. Es claro que las democracias deben ser protagonizadas por personas, no por sistemas informáticos. El G-7, entre otros temas, expresó la necesidad de contrarrestar la "manipulación de información" y "desinformación" que posibilita la IA. Buscarán regular dicho instrumento, mediante el previo análisis un "grupo de trabajo". Seguramente estos líderes deben tener conocimiento de otros riesgos de magnitud, ignorados por el común de la gente, como para priorizar tal asunto en semejante foro. El mundo entero parece estar en estado de perplejidad ante este nuevo protagonista no humano en la humanidad. Evidentemente, "el futuro no es ya lo que solía ser".