Más allá de los pensamientos que dirigen la política argentina y de las implicancias en propuestas partidarias, la política argentina esencialmente se mueve de acuerdo al cargo logrado por el funcionario o al puesto laboral alcanzado por los ciudadanos.


Lejos quedó el ideal de la ciencia política de sustraerse de estas motivaciones de las que la impulsaron para constituirse como propias a los estilos de gobierno, poder y propuestas de estrategias económica, productivas y de desarrollo, es decir temas esenciales propios a las organizaciones sociales y asuntos que afectan a los habitantes de una nación.


Es muy importante que el ciudadano votante conozca esta realidad, que debe ser mostrada tal cual es, pues, no es necesario contar con estadísticas o relevamientos, o levantar datos de encuestas para confirmar esta hipótesis que se ha instalado desde que la democracia argentina volvió a surtir los efectos del posproceso militar en la década del ochenta.


Sólo basta con acopiar los testimonios de quienes quieren perpetuarse en los cargos o funciones públicas, frente a los que hacen esfuerzos públicos por ingresar a ellos, o de otra manera observar, que es más que suficiente, sostener la apoyatura desde el gobierno de cientos de planes que justifican la necesidad de la falta de trabajo o la incapacidad de los gobiernos para darle un corte a estas especies de ayudas financieras respecto a la no promoción y creación de alternativas laborales genuinas. Todo ello para tan solo sostener que para avanzar en una educación o estima por el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio, como siempre caracterizó al conjunto de los pueblos vapuleado por las guerras, catástrofes, inclemencias, épocas de vacas flacas o pandemias que azotaron al hombre, fuese necesario saber pasarlas y no tener nada servido, lo cual no significa sostener la extrema necesidad.


¿Cuál es el síntoma más evidente que refleja y confirma la hipótesis señalada de que la política argentina esencialmente se mueve de acuerdo al cargo logrado por el funcionario? La respuesta: la división profunda de la sociedad en dos grandes facciones que ni siquiera se sostienen por sus doctrinas partidarias, plataformas jurídicas o propuestas de gobierno, sino tan sólo por intereses personales, económicos o supuestos postulados ideológicos. Esto es lo que lleva a que haya pocas respuestas a temas como la sequía o inundaciones que comprometen la agricultura y ganadería, la disgregación de los grupos sociales o la falta de inversiones, entre otras.