El fuerte viento sur que soportó el lunes último nuestra provincia, con mayor incidencia en el Valle de Tulum, tuvo ráfagas de hasta 70 kilómetros por hora por lo que fue considerado como el fenómeno meteorológico más dañino en lo que va del año. Consecuentemente los estragos fueron mayores y alteró la rutina de la población, aunque no deberían sorprendernos estas variantes climáticas ya que se suceden cada vez con mayor violencia.


Sin embargo nuevamente una contingencia meteorológica causó desconcierto en actividades claves, como las de las escuelas de todos los niveles y las autoridades que debieron intervenir puntualmente ordenaron suspender las clases cuando ya la mayoría de alumnos y docentes se encaminaba a las escuelas en las primeras horas de la mañana.


A diferencia de lo que ocurre en Mendoza, con factores climáticos similares a los de San Juan, allí basta la llegada de un viento intenso, como el Zonda, para suspender la actividad escolar de manera automática. No hace falta una disposición ministerial específica, como ocurre en nuestra provincia, en general publicada a destiempo.


Debe recordarse que hay centenares de chicos y docentes que comienzan a movilizarse a las 5 de la mañana para tomar un colectivo que los lleve al colegio, por ejemplo desde Sarmiento o 25 de Mayo a los establecimientos de nuestra ciudad, secundarios, especiales, y universitarios. Estos alumnos fueron los que soportaron con mayor rigor del viento, horas antes de que las autoridades educativas ordenaran suspender las clases, una medida que sólo benefició a los turnos tarde y vespertino.


Así como ocurre con la prevención sísmica, los protocolos para resguardar a la población deben activarse de inmediato. Y con mayores ventajas si se trata de bruscas variantes climáticas, como tormentas y vientos destructivos, caso del soportado por los sanjuaninos días atrás. Ahora los pronósticos son muy precisos y dan tiempo para prevenir los impactos.


En cuanto a los incendios de pastizales también Protección Civil puede determinar la ubicación de las zonas propensas a los siniestros de temporada, ya que son habituales de la época y en muchos casos generados como una práctica de cultivo a fin de espejar los campos. De igual manera se puede hacer un inventario de los árboles vulnerables y peligrosos, continuamente denunciados como peligrosos por los vecinos. Asimismo, los municipios son responsables de inspeccionar los grandes carteles para verificar la seguridad y desmantelar los que representen un peligro potencial.