La premisa de que Argentina debe aumentar su capacidad exportadora para poder consolidar un crecimiento sostenido, que le permita hacer frente al pago de deudas contraídas ante acreedores externos, colisiona con una serie de inconvenientes que en la práctica son muy difíciles de solucionar.


Desde 1930 a la fecha, el nivel de las exportaciones ha tenido un comportamiento variado, con una marcada disminución en las últimas cinco décadas. De ahí que mientras en 1960 las exportaciones argentinas representaban el 0,8% del total mundial, actualmente a penas se alcanza el 0,3 por ciento. De la misma forma después de ocupar, en 1975, el 25º lugar dentro de las exportaciones mundiales, en la actualidad el país está ubicado en el 48º lugar.


Los años de mayor bonanza en exportaciones los encontramos entre 1935 y 1950. Mientras que las épocas menos favorables comprende el período que va desde 2015 a 2018.


Entre los factores que han incidido en esta caída, que ahora pretende ser revertida, hay algunos aspectos más relevantes que otros como la de la estabilidad macroeconómica, las condiciones de competitividad, el financiamiento disponible, la presión impositiva y el respeto al orden legal.


También está la Tasa de inversión, los vínculos con los mercados externos, participación en cadenas internacionales de valor, la escasez de empresas globales y el destape cualitativo. Esto último es lo que hace que de un total de 50 marcas comerciales de América latina sólo 2 sean argentinas.


El panorama inflacionario, que corresponde a la necesidad de alcanzar la estabilidad macroeconómica, se presenta muy complicado ya que mientras la inflación mundial fue en 2018 del 2,46%, en la Argentina está próxima al 60 por ciento. Esto sumado a las permanentes devaluaciones, hace que nada sea muy predecible, un factor de importancia que está en contra del comercio exterior, ya que se necesita de la previsibilidad para poder pactar operaciones comerciales.


Respecto de la competitividad, la Argentina aparece en un ranking internacional ocupando el 83º lugar entre 141 países, lo que no es muy positivo.


Para convertirse en una potencia exportadora, tanto la Nación como las provincias deberán sincerarse ante todos estos factores y determinar el apoyo que están dispuesto a ofrecer para que el país recupere el perfil exportador que nunca debió haber perdido.