Cuando decimos que Manuel Belgrano (1770 y 1820) fue capaz de dejar una brillante carrera de abogado y economista y un alto cargo en el Consulado de Buenos Aires, con todas las ventajas que esto le proporcionaba, por asumir la responsabilidad de hacerse cargo de un ejército, en momento en que no estaba del todo preparado para esa misión, fue porque dentro de él había algo que lo impulsaba a no rehusar ningún compromiso que estuviera vinculado con servir a la patria. En el orden de prioridades de su vida, la patria estaba primero y luego lo demás, algo que por estos días no alcanzamos a visualizar entre la dirigencia que tiene a su cargo la conducción de los destinos de la Nación.
Belgrano tuvo una gran sueño, contribuir con el ideario de libertad, que en esa época, principios del Siglo XIX, implicaba grandes sacrificios. Compartía con otros próceres el deseo de ver a la patria libre y soberana. Por eso Belgrano no sólo fue el creador de nuestra enseña nacional, el 27 de febrero de 1812, a orillas del Río Paraná, sino que asumió compromisos como el de organizar el Ejército del Norte y librar importantes batallas, dentro de la guerra de la emancipación.
Pero lo más destacado fue su desprendimiento de todo lo que representó fortuna y gloria personal. Su simplicidad y humildad lo llevaron a rechazar pagos por sus servicios o premios en dinero en efectivo por el cumplimiento de su deber. A la célebre renuncia de su sueldo como vocal de la Primera Junta de Gobierno "porque mis principios así me lo exigen” hay que agregar que en una ocasión recibió un premio por $ 40.000 (un sueldo alto de esa época equivalía a unos $8.000 anuales) y lo donó íntegramente para cuatro escuelas. Lógicamente, con este tipo de comportamiento el momento de su muerte lo sorprendió en la más absoluta pobreza, pero convenció de que había hecho lo mejor por su nación.
Los principios belgranianos han quedado como una muestra de su integridad. Convendría que en la actualidad aquellos nóveles dirigentes o quienes se están iniciando en política, tomen en cuenta estos conceptos. No haber seguido esas enseñanzas, tal vez sea el motivo del actual estado en que se encuentra el país. Belgrano sostenía que "ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos”; "El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente"; "Fundar escuelas es sembrar en las almas"; "Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella"y "Un pueblo culto nunca puede ser esclavizado".
