El mundo está en trance de conflagraciones. Y un conflicto hace resonar, todavía tras las palabras, acordes discordantes de armas en movimiento. Se trata del enfrentamiento de China con Taiwán, con potencialidad de vastos efectos globales y actores de primer orden involucrados. Taiwán es una isla de 35.980 km2 (San Juan tiene casi 90.000 km2), con unos 24 millones de habitantes. Su nombre oficial es República de China, y la separan de China continental unos 180 km de mar. China la considera una provincia propia, aunque en los hechos funciona como una república soberana. Pero para el caso en que declarase su independencia formalmente, Pekín amenaza con iniciar un ataque militar. Esta situación comienza a configurarse en la cruenta guerra civil que atravesó China durante gran parte de la primera mitad del siglo XX, entre nacionalistas y comunistas. En 1949, el bando nacionalista se desplaza a Taiwán, proclamándose representante de los chinos. Y así fue acogida en el mundo, inclusive por la ONU. Adoptaron un sistema democrático y capitalista, lo que les posibilitó un paulatino progreso en contraste con China, que había impuesto un sistema comunista, entonces cerrado a toda actividad privada. Pero en 1971 la ONU y gran parte de las naciones cambiaron drásticamente de opinión, reconociendo a China comunista como representante de todos los chinos. Lo cierto es que Taiwán fue directamente expulsada de la ONU, pese a haber demostrado pacifismo, prosperidad y el ejercicio de una democracia respetuosa.


Con el paso de los años Taiwán fue acumulando un notable poder económico y tecnológico. Actualmente, es una de las naciones con mayor ingreso per cápita (U$S 69.500). Pocos países reconocen a Taiwán como nación independiente, ni siquiera Estados Unidos lo hace pese a manifestar que la defenderá ante China. Entre aquellas que la reconocían, se encontraba Honduras. Pero recientemente oficializó la ruptura de estas relaciones, a la vez que inauguraba vínculos con China. Inicialmente, el gobierno hondureño justificó esto bajo argumentos. Pero el canciller de Taiwán, Joseph Wu, declaró que Honduras "pidió un alto precio" por seguir bajo el estándar anterior. Increíblemente Honduras, a través de su vicecanciller Tony García, no solamente lo corroboró, sino que fue todavía más específico. Dijo que habían solicitado a Taipei U$S 2.000 millones para reestructurar su deuda externa y trascendió que también habrían solicitado un hospital. Es posible que esta clase de degradación de la diplomacia haya existido siempre. Pero habrá sido reservadamente, ya que sin una imagen de integridad toda autoridad se licúa. Comporta una novedad tal pérdida absoluta de decoro por parte del gobierno hondureño, similar a la situación vivida en Ecuador hace unos días cuando se conocieron detalles de la fuga de la ex ministra de Transporte y Obras Públicas, María de los Ángeles Duarte, acusada por corrupción facilitada por el embajador argentino en Ecuador, Gabriel Fuks, quien tuvo que dejar el viernes último Quito en medio de este escándalo diplomático, muestra de la inestabilidad imperante.