Las pasiones exacerbadas, los antagonismos por la disputa del poder y los desencuentros por no ceder posiciones para alcanzar consensos en bien de la nación parece una anomalía genética que parte de la misma Independencia y la sufrió el propio general José de San Martín, el Padre de la Patria. El desencuentro es parte de nuestra historia bicentenaria y un hecho en particular marca hasta dónde llegan las pasiones y las mezquindades: debieron transcurrir 27 años desde la muerte del Gran Capitán para que se formara una "Comisión Pro Repatriación de los Restos de San Martín'' y otros tres más hasta que en 1880 pudiera descansar en la Catedral Metropolitana.


San Martín, con la plena madurez física y espiritual, a los 46 años viajó a Europa el 10 de febrero de 1824 en un exilio voluntario que dijo sería por un año, pero esa intención se frustró hasta su muerte debido a las guerras intestinas por las que por jamás desenvainaría su espada contra paisanos. Él ya sufría la indiferencia de la hegemonía porteña que le dio la espalda a su obra emancipadora, y se lo cuenta en una carta a su amigo Bernardo de O'Higgins con quien compartió la gesta emancipadora.


"Confinado en mi hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada Administración de Buenos Aires: ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. En fin, yo vi claramente que era imposible vivir tranquilo en mi Patria hasta que la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me decidió pasar a Europa'', así lo expresó de puño y letra nuestro prócer máximo.


Enfrentado con Bernardino Rivadavia, entonces ministro de Gobierno de Buenos Aires, salieron a la luz los egoísmos y San Martín manifiesta una verdad que no había previsto: "Es que yo había figurado demasiado en la revolución para que me dejasen vivir con tranquilidad'', señala la declaración publicada por el periódico El Centinela. El escaso respaldo que tuvo en su propia tierra el emprendimiento de la colosal campaña libertadora -Cuyo el sostén primordial- fue la debilidad del sueño de la unidad latinoamericana que el prócer dejó entrever en su encuentro en Guayaquil con Simón Bolívar.


Las antinomias no nos dejan ver el horizonte de la Patria grande que soñó San Martín hasta su muerte, el 17 de agosto de 1850, y que todavía nos enfrentan porque el reencuentro parece estar lejos del esfuerzo consensuado para salir adelante.