La economía de Venezuela no crece desde 2014, y acumula ocho meses de la hiperinflación más grande del mundo, estimándose que terminará 2018 con el récord de 1.000.000% anual, superando al colapso económico de Zimbabue de 2000, o el que sufrió Alemania en 1923. El presidente Nicolás Maduro, consciente de esta crisis histórica, prometió al país volver al camino del crecimiento al asumir su cuestionada reelección por un nuevo período de seis años.

Mientras la economía sigue en caída libre, nada indica que el país caribeño pueda levantar cabeza porque no existe ninguna política para revertir el cuadro de tremenda recesión con un enorme impacto social: éxodo masivo para poder sobrevivir. El caos impulsa una crisis humanitaria sin precedentes en el continente.

No existe otra alternativa que aferrarse al petróleo, la única generación de divisas, ya que 96 de cada 100 dólares provienen de las exportaciones de crudo. La cotización internacional del barril viene subiendo sin cesar y podría pensarse en un real salvavidas financiero, pero la producción hidrocarburífera cae también estrepitosamente.

Según un informe de la OPEP la producción de abril último se ubicó en 1,5 millones de barriles diarios, 22% menos con respecto a octubre de 2017. Los analistas señalan que este año terminará con 1,2 millones de barriles diarios, menos de la mitad de lo que Venezuela producía cuando el chavismo llegó al poder en 1998.

El problema radica en que PDVSA, el monopolio petrolero estatal, no invierte en equipamiento, en tanto se deteriora el obsoleto aparato productivo y tampoco puede financiarse para modernizarse ya que tiene cerrados todos los mercados multilaterales de crédito. Sin dólares para avanzar, el gobierno de Maduro sigue financiando el déficit fiscal con la expansión de la base monetaria, precisamente el recurso que dispara la inflación.

Como en toda dictadura, no hay estadísticas públicas internas y están prohibidos los relevamientos económicos privados. Por ello la única medición disponible es la que brinda el Congreso opositor que ubica a la inflación anualizada por encima del 46.000% en junio. El mes pasado la variación de precios se estimó en 128,4%, dicen los economistas independientes, tras dejarse de publicar las cifras oficiales en 2015.

El futuro para los venezolanos es incierto mientras la revolución chavista no reconozca su fracaso y cambie de rumbo. El mundo sólo puede ayudar financieramente para atender razones humanitarias.