La seguridad alimentaria mundial es un tema preocupante en un planeta donde la naturaleza casi no podrá contener a la humanidad en las próximas décadas si no se perfeccionan los procesos de producción y las cadenas de suministro y comercialización, donde se producen las mayores pérdidas y desperdicios de comida. En tanto 821,6 millones de personas pasan hambre y otras 2.200 millones padecen inseguridad alimentaria, es decir, se levantan cada día sin saber si podrán comer.


El desequilibrio político y funcional recae tanto en las naciones desarrolladas como las emergentes con pérdidas anuales estimadas en unos 370.000 millones de dólares, además del impacto de los cereales y las legumbres causantes de la mayor huella hídrica y de emisiones de gases de efecto invernadero entre los productos que se derrochan.


El seguimiento de esta contingencia con un análisis exhaustivo de los puntos críticos y el aporte de medidas apropiadas para atenuarlo, está a cargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que acaba de dar a conocer su último informe -disponible sólo en inglés por el momento- como una guía para que cada gobierno y la actividad privada del sector alimentario pueda hacer las correcciones para avanzar hacia medidas de fondo para soluciones efectivas desde las cosechas hasta el consumidor.


El factor humano es causante del hambre en el mundo por una serie de irregularidades que demandan energía, recursos económicos, gasto inapropiado de agua dulce, mal uso de la tierra, depredación de mares, trabajo y esfuerzos estériles, porque al final los productos no llegan a cumplir el objetivo fundamental de nutrir a las personas. Por ello el desafío es saber qué se pierde, dónde y por qué y de esta manera exigir medidas y optimizar los trabajos en cada paso de la cadena de valor.


Si bien estos fenómenos cambian o tienen características propias por regiones, las recomendaciones de la FAO son por demás importantes en la Argentina como líder mundial en la producción de alimentos. Aún así existen muchos actores en esta cadena productiva que incluye a la infraestructura de servicios y la aplicación de tecnologías para la adaptación de los cultivos al cambio climático.


Y, fundamentalmente, evitar que productos en buen estado sean decomisados o desechados por cuestiones fiscales, estrategias de ventas, comercialización inadecuada, o mal etiquetados, pero carentes de riesgo para quien lo consume y que pueden cubrir la dieta del indigente o de quien padece de inseguridad alimentaria.