La población infantil es la que tiene mayores secuelas por el aislamiento social, preventivo y obligatorio impuesto en tiempos de pandemia, con diferente incidencia, según la política sanitaria de cada nación, pero todos los chicos del mundo sufren la alteración de sus rutinas cotidianas, desde los juegos al aire libre hasta la presenciabilidad escolar. El refugio ha sido el entretenimiento en el hogar con el uso excesivo de tecnologías electrónicas cuyo daño alertan los últimos estudios.


El sedentarismo en la etapa de crecimiento es traumático y agravado por los contenidos de las pantallas, no siempre controlados por los mayores, llegando a promediar un aumento del 500% en el tiempo dedicado a los dispositivos desde antes de declararse el colapso sanitario. Una encuesta internacional ha determinado que son más de seis horas las destinadas por los niños a las computadoras, juegos en línea, uso de celulares y los enlaces en las redes sociales. La TV se suma y el control parental es relativo por las ocupaciones de los mayores.


Por la edad estamos ante un daño a la salud física y mental para lo cual el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha dictado pautas para la relación de los niños con las pantallas, a las que se adhirió la Sociedad Argentina de Pediatría con recomendaciones para adaptar a los chicos al entorno digital a fin de establecer un ambiente de confianza en el hogar, donde se brinde entendimiento de las necesidades infantiles y acompañarlos según su nivel de madurez.


Es decir, acceder a contenidos seguros y aptos para cada edad y que ellos puedan expresar sus inquietudes y plantear sus puntos de vista. Pero los padres deben tener una actitud inflexible ante el uso de pantallas y transmitirle a sus hijos que no es saludable conectarse tantas horas y buscar cambiar de actividad de manera que los niños puedan descansar la vista y salir de la postura adoptada frente a los dispositivos. Y fundamentalmente respetar los horarios de comer, dormir y disciplinarlos en las obligaciones domésticas.


La vigilancia de los adultos no debe relajarse y es preciso que se fijen objetivos para hacer cumplir a los pequeños en esta emergencia, más si son tareas virtuales de la escuela donde no deben usarse otras aplicaciones ni estar en las redes sociales simultáneamente. En las naciones desarrolladas ya se reclaman políticas contra la adicción infantil online porque la seguridad no es solo de los padres sino también de quienes controlan Internet y otras plataformas electrónicas.