El creciente escepticismo sobre el comportamiento de los talibanes, el grupo fundamentalista insurgente que tomó el poder en Afganistán, tras dos décadas de haber sido desplazado del gobierno por la ocupación militar estadounidense, se mostró conciliador a la llegada a Kabul con declaraciones sobre la libertad y la independencia como derechos legítimos del pueblo afgano.
En los primeros contactos con la prensa occidental aseguraron que el uso del velo integral, o burka en las mujeres no será obligatorio y que también podrán recibir educación en todos los niveles, dos prohibiciones rigurosas entre tantas que castigan a la población femenina de acuerdo a la interpretación fundamentalista de la "sharía”, una de las versiones de los mensajes coránicos que los islamitas aplican de distintas maneras, y en este caso con el máximo rigor.
Los talibanes evitan ser concretos sobre cómo gobernarán, pero todo índice que no será una democracia, ya que es un sistema político sin ninguna base en ese país porque la gobernabilidad se sustenta en la ley sharía, según explicó un portavoz, contradiciendo las promesas de libertad, igualdad y garantías para los medios de comunicación. También aseguran que dejarán de producir narcóticos para no convertir al país en un narco-Estado, pero los talibanes se han financiado durante 20 años con el opio y la heroína siendo los mayores productores del mundo.
Mostrar un perfil moderado para asegurarse el apoyo internacional es parte de la retórica observada por los analistas que se contradice con las primeras imágenes de opresión que exhibe Afganistán como la represión a manifestantes que desean conservar la bandera del depuesto gobierno democrático, el desmantelamiento de publicidad con rostros femeninos, las conductoras de TV ahora sin maquillaje y pelo cubierto, y la ejecución de exfuncionarios buscados casa por casa, son imágenes de la hipocresía.
También afirman que han dictado un indulto para quienes fueron sus enemigos, caso de Estados Unidos y la OTAN como también a quienes los ayudaron, y para los funcionarios del gobierno depuesto, a los que califican ahora de socios en la reconstrucción de la nación. Los integristas no son confiables, pero tampoco pueden volver a imponer la crueldad como lo hicieron entre 1996 y 2001. La globalización les pone freno igual que la geopolítica y van a necesitar inevitable ayuda multilateral para sobrevivir en el poder. El pueblo afgano tiene las redes sociales y una enseñanza transmitida por EEUU sobre derechos humanos y libre determinación de los pueblos.
