Un estudio publicado por los equipos interdisciplinarios de la Oficina de Violencia Doméstica, dependiente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, revela un promedio de 30 casos diarios de actos de violencia física y psíquica en el terreno de la convivencia familiar, o asimilada. Son hechos perpetrados por uno o más miembros en el seno del hogar, sin distinción de sexo y edades.


Las victimas mujeres, el 76%, superaron este año a los hombres, 24%, en casi todos los grupos etarios, a excepción de la franja de 6 a 10 años de edad, en el que los varones fueron los más afectados, señala el informe oficial. Es decir, en este contexto se han producido acciones en las cuales la pareja o expareja ha utilizado la fuerza física y/o sexual, la coacción, las amenazas, el aislamiento, el abuso emocional o económico para controlar uno al otro.


En concreto es un abuso agravado que puede proyectarse más allá de la pareja, por ejemplo contra un niño, un pariente mayor u otro miembro de la familia que habita bajo un mismo techo. Para el área de la Justicia encargada del ilícito es difícil conocer con exactitud la violencia intrafamiliar que existe en la Argentina porque generalmente no se denuncia.


No hay ninguna víctima que se considere típica, puede suceder en todas las edades y hasta para muchos afectados se trata de algo común. La situación social tampoco es determinante, ya que la violencia familiar se presenta en todos los niveles de ingresos y de educación de los afectados, de acuerdo a los sondeos de la Oficina de la Corte, con un muestreo en 15 comunas de la Ciudad de Buenos Aires. En el resto del país los hechos son denunciados y atendidos en los organismos jurisdiccionales.


Las peores víctimas de la violencia familiar son los chicos, no sólo porque pueden sufrir el maltrato físico y psicológico sino que por ser testigos del enfrentamiento de sus progenitores y crecen con la idea que esa contundencia es parte de la relación normal entre personas adultas. Esta situación va a perjudicar a los niños en su desarrollo evolutivo y dejará secuelas traumáticas de por vida.


Incluso una convivencia anormal, rodeada de frialdad, impacta en los niños. No hace falta que los hijos vean golpes o gestos de agresión, les basta con observar el trato indiferente de sus padres carente de amor o que sepan que no se separan para no afectar supuestamente a los chicos. Ellos también son las víctimas de un hogar con un tipo de violencia emocional difícil de revertir.