Una vez más África ha quedado a la deriva en una emergencia global como es la pandemia de coronavirus, por no contar con recursos económicos y funcionales para comprar vacunas o producirlas en ese continente. La asistencia de las organizaciones internacionales son limitadas teniendo en cuenta que de no mediar un rápido cambio solidario se necesitarán entre dos y tres años para vacunar al 60% de más de 1.200 millones de habitantes, y así conseguir el efecto de "inmunidad de rebaño" por inoculación masiva.


De 55 países integrantes de la Unión Africana, sólo 5 recibieron vacunas del Fondo de Acceso Global de las Vacunas (Covax) un programa asistencial con participación de la OMS, del que dudan los gobiernos africanos por los antecedentes de la gripe A, en 2009. Las vacunas no llegaron a la región hasta que terminó esa pandemia, en 2010, y lo mismo ocurrió con los fármacos para portadores de VIH, enviados una década después de atender la demanda de los países ricos.


Pero si el resto del mundo acudiera con una avalancha de vacunas chocaría con una logística inexistente. Por ejemplo en Senegal no hay cámaras frigoríficas para conservarlas a -80 grados, y en Nigeria, el país más poblado con casi 200 millones de habitantes, dicen haber adquirido tres congeladores ultrafríos para mantener las vacunas de Pfizer, si llegan, en tanto otras naciones buscarán producir hielo seco para llevarlas a los puntos de distribución, entre otros obstáculos que presenta la región. Para colmo Sudáfrica, el país más golpeado por la pandemia y con mayores recursos, suspendió la vacunación debido a la aparición de la variante local descubierta.


En este contexto la solución a la crisis sanitaria africana sería a través de la liberación temporal de las patentes farmacéuticas de vacunas, pruebas y posibles tratamientos para Covid-19, una petición de Sudáfrica e India a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en octubre pasado con el apoyo de 100 Estados, pero la iniciativa fue bloqueada por los países donde se desarrollaron las vacunas, entre ellos la Unión Europea, argumentando en que la solución africana está en la solidaridad. Pero ésta tampoco se concreta.


En esta emergencia, como en las anteriores, África no puede depender de la caridad ni del sobrante de los elementos necesarios para controlar una enfermedad. La ayuda externa debe ser a través de la fabricación y desarrollo de sus propios productos medicinales y es como apunta el viejo criterio de reemplazar la dádiva por herramientas para la propia subsistencia. De lo contrario no habrá fecha cierta de expiración de la pandemia.