El Gobierno nacional ha puesto en marcha el programa Empalme, destinado al traspaso a la actividad privada de las personas que actualmente reciben subsidios oficiales, a fin de que se incorporen al trabajo registrado sin perder los planes sociales hasta los dos años de permanencia en el ámbito laboral. 


La intención es brindar la posibilidad de un trabajo a más de un millón de beneficiarios de los programas gubernamentales, de manera de abrir las puertas del mercado privado a unas 80.000 personas por año, con la formalidad de las coberturas que asisten al empleado registrado. Los desocupados con ayuda estatal son los incluidos en el Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, Progresar, Promover, Ellas Hacen, Argentina Trabaja, Construir Empleo, adherentes del Programa Intercosecha; egresados de cursos de formación profesional del Ministerio de Trabajo y todos los que reciben la prestación por desempleo. 


Todo este asistencialismo sin contar con la Asignación Universal por Hijo y las ayudas de diferentes ministerios nacionales y de la Presidencia. Como si fuera poco no se sabe cuántos planes provinciales y municipales existen en el país con igual fin, porque la información no está unificada y resulta muy difícil de establecer aunque se relaciona con la cantidad de estatales incorporados en los últimos años. 


Lo sorprendente es que en este universo del Estado paternalista ha surgido el triple "ni'' de jóvenes que no estudian, no trabajan, ni buscan empleo, según reveló la Encuesta Permanente de Hogares. El argumento es que no buscan trabajo registrado, no obstante sus beneficios y mejor paga, porque prefieren la seguridad del plan estatal aunque cobren menos y les da cierta estabilidad porque en el ámbito privado siempre está latente el despido. 


El populismo creó un clientelismo oficial que demandará tiempo desmantelar porque implica lograr un cambio de actitud de las nuevas generaciones, creando conciencia de la responsabilidad social que les cabe mediante el estudio y el trabajo que dignifica a la persona. La cultura de los "ni'', "ni'', "ni'' es una de las peores herencias del estatismo perverso.