Las tensiones que originaron las cruentas guerras en los Balcanes, en la década de 1990, con más de 10.000 muertos y un millón de personas sin hogar, han recrudecido en el marco de una intolerancia étnica y política histórica, mientras las miradas de Occidente están enfocadas en otros conflictos. Sin embargo las tensiones crecen por el accionar policial kosovar contra la población serbia, que incluyó varios heridos y detenciones, entre ellas a dos observadores de la ONU.


Kosovo, territorio de la etnia albana, fue una provincia de Serbia hasta declarar su independencia en 2008 y se opone a reconocerlo como Estado independiente no obstante haber sido reconocido por un centenar de países, incluyendo Argentina. Sin embargo la Unión Europea ha desatendido este foco de inestabilidad en su región y, ante la creciente ebullición en la ex Yugoeslavia, convocó en mayo último a una cumbre en Berlín, donde la canciller alemana Angela Merkel reconoció la responsabilidad europea para buscar una solución definitiva a los conflictos balcánicos.


La situación es compleja para integrar a países que no están preparados ni económica ni institucionalmente para ingresar en la Unión Europea, pero sería un grave error de la comunidad abandonar a los Balcanes a su suerte, más todavía por la creciente posibilidad de que estos pueblos se inclinen hacia Rusia y China. Para Moscú y Pekín sería un verdadero triunfo estratégico y diplomático poner pie nada menos que en el patio trasero de la UE.


Es un logro importante que los Balcanes lleven dos décadas en relativa paz, pero insuficiente para mantener la estabilidad en una región con una tendencia histórica a la volatilidad a pesar de su valor estratégico. Sólo dos de las seis repúblicas que integraron la desaparecida Yugoeslavia -Croacia y Eslovenia- son parte de la UE, mientras el resto de los países que surgieron tras las guerras de los años '90 siguen ignorados por Bruselas: Serbia, Montenegro, Macedonia y Bosnia-Herzegovina.


Prácticamente el único paso que se ha dado hacia la integración de los Balcanes ha sido el cambio de nombre de Macedonia, que ha pasado de llamarse Antigua República Yugoeslava de Macedonia a "Macedonia del Norte" para satisfacer las exigencias de Grecia. Todos los demás procesos políticos e institucionales se mantienen congelados desde 2008 bajo la atenta mirada de las Naciones Unidas y las fuerzas de la OTAN.


Destrabar este complejo escenario potencialmente violento es muy difícil. La única salida posible es la integración en la Unión Europea, pero siempre que la zona se equilibre con el resto del continente.