El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, también ha sido electo como primer secretario del Partido Comunista Cubano para darle continuidad histórica a la revolución iniciada hace 60 años por Fidel y Raúl Castro a fin de imponer en la isla un régimen político con sistema de partido único y de economía socialista centralizada, cuyos resultados se resumen en una serie de frustraciones que son bien conocidas.


Actualmente el gobierno de La Habana afronta una crisis económica solo comparable con el llamado "Período Especial", como llaman los burócratas castristas al colapso de la década de 1990, cuando la caída de la Unión Soviética los dejó sin el fuerte sostén económico de socio estratégico en la Guerra Fría, a un paso de la confrontación con los Estados Unidos.


La pandemia le ha dado un golpe de gracia al terminar con el turismo internacional, agravando el panorama la caída del aporte venezolano en petróleo gratis, y las sanciones económicas estadounidenses impuestas por Donald Trump, que el nuevo presidente Joe Biden no ha dado muestras de tener apuro en levantarlas. Por eso hasta los círculos políticos e intelectuales cercanos al Gobierno piden más reformas económicas y apertura al exterior para asegurar la estabilidad política.


El presidente no se desvía de las directrices marcadas por Raúl Castro quien en su discurso de despedida en la asamblea del PCC señaló la necesidad de reformas que dinamicen la economía, pero que estas reformas no conduzcan a errores estratégicos y a la destrucción misma del socialismo. Para los isleños Díaz-Canel espera su oportunidad para hacer los cambios que necesita la Revolución, para otros es un burócrata elegido a dedo para mantener a flote el retrógrado sistema político cubano.


Las expectativas se enfocan en Díaz-Canel, presidente de la nación y líder del partido gobernante. Ya tiene todo el poder necesario para hacer los cambios reclamados pero, si lo intenta, la sombra de Raúl no le perderá pisada. El anciano representante del castrismo, próximo a cumplir 90 años, asegura que no se retirará de la vida política mientras viva, para "defender la patria, la revolución y el socialismo".


Claro que con la evolución tecnológica apareció un enemigo impensado: Internet. El acceso en Cuba es limitado, caro y con numerosos sitios bloqueados, pero ha dado paso a una plataforma paralela donde el pueblo ventila sus quejas, cuestiona al gobierno y aboga por cambios. La oposición encontró en las redes una forma de movilización con una respuesta sostenida y sin precedentes en los jóvenes.