El tránsito vehicular cotidiano se ha convertido en expresión de salvajismo con variantes desde la violación de las normas de circulación hasta la agresión criminal, en las grandes ciudades caso de la picada demencial en el centro porteño, o el ataque brutal a un automovilista en San Juan. 


La violencia vial se manifiesta de manera transgresora ignorando señalizaciones y prioridades hasta despertar el instinto de la ley de la selva con desenlaces rayanos en el homicidio. Un sobrepaso por la marcha lenta de quien va adelante y la reacción de un conductor desquiciado, lleva a situaciones como la vivida días atrás de la que fue víctima un trabajador a bordo de un utilitario: recibió una feroz paliza como epílogo de una persecución. 


A este clima de intolerancia, agravado por el crecimiento del parque rodante, se suma la escasa vigilancia no sólo por las conductas transgresoras sino por el estado de los vehículos.

Las congestionadas rutas entre nuestra ciudad y Caucete o Albardón, reflejan la inoperancia policial frente a motociclistas sin casco ni luces, autos también en precarias condiciones de marcha mientras rige la revisión obligatoria.