La histórica política exterior de los Estados Unidos, caracterizada por mantener firmes posiciones sustentadas en la hegemonía institucional del andamiaje republicano, cayó estrepitosamente por otro de los increíbles deslices diplomáticos del presidente Donald Trump.

En un cara a cara con su par ruso, Vladimir Putin, desaprobó la investigación del Departamento de Justicia de EEUU sobre la penetración de la inteligencia rusa para influenciar en el electorado estadounidense en las elecciones de 2016, al crear una imagen desfavorable de Hilary Clinton.

El magnate directamente sugirió que el FBI manejó deliberadamente mal su investigación acerca del hackeo de Rusia en los sistemas del Comité Democrático Nacional. Además Trump calificó de ser "una desgracia para nuestro país" a un agente de inteligencia que testificó en esa investigación parlamentaria.

Tras la cumbre de Finlandia, Trump declaró a la prensa que "el presidente Putin me acaba de decir que no fue Rusia" (causante de la intromisión) y "no veo por qué razón lo habría hecho", lo que desató una ola de indignación en EEUU. La contradicción fue cuestionada duramente por la prensa y todos los sectores políticos, incluyendo a los republicanos que llevaron a Trump al poder.

Es que más allá de ignorar las tradiciones más arraigadas de la Casa Blanca en política exterior, Trump se distanció de los objetivos que defiende EEUU en el escenario mundial ante una potencia hostil como le es Rusia, y desacreditó públicamente a sus funcionarios e instituciones democráticas como el Congreso estadounidense.

Para los observadores internacionales este encuentro con Putin tuvo la actitud más fallida desde que Trump llegó al poder, hace un año y medio, y revela una decrepitud del liderazgo occidental que Washington venía ocupando en el escenario político mundial.

Es que el polémico presidente republicano se viene distanciado tanto de las políticas de Estado como de las estrategias de su propio gobierno en temas claves, como el del tratamiento de los inmigrantes indocumentados. El descrédito ya no es una cuestión crítica mediática sino de conmoción que hiere al nacionalismo que Trump hizo emblema de campaña.

Frente a la andanada de críticas, el presidente llamó a conferencia de prensa a su regreso de Helsinki, intentando sin suerte aclarar lo inexplicable, porque más allá de decir "me expresé mal", quedó más expuesto todavía.