Al declararse la pandemia, en marzo del año pasado, las medidas preventivas para evitar la propagación del coronavirus estuvieron dirigidas prioritariamente a grupos etarios bien definidos, señalando a la ancianidad y a las personas con antecedentes críticos de salud como las de mayor riesgo. Al mismo tiempo los informes médicos ubicaron a los chicos como los menos propensos a contraer la enfermedad, en tanto la mayoría de los países consideraron que la educación online garantizaba la continuidad de la enseñanza ante el cierre de las escuelas.
A partir de entonces mil quinientos millones de niños y adolescentes estuvieron confinados en sus hogares en todo el mundo por el cese de las actividades públicas y una gran mayoría de naciones emergentes sufrió secuelas por la paralización de comedores infantiles y guarderías que son vitales para asegurar la nutrición de los más vulnerables. Este drama trajo problemas que pueden ser irreversibles si no se actúa de inmediato con programas especiales, según los especialistas, y la Unicef.
La agencia de las Naciones Unidas para la infancia observa que si bien son bajas las cifras de menores infectados, la gran preocupación son las consecuencias a largo plazo en la educación, la nutrición y el bienestar de toda una generación de niños y jóvenes. También observa a los diferentes gobiernos que con las medidas adoptadas para atender la salud es mejor tener las escuelas abiertas que cerradas. Y se debe agregar los traumas psíquicos de chicos huérfanos por la muerte de sus padres.
Cuanto más persista la crisis sanitaria más profunda serán sus repercusiones y se debe terminar con el mito de que los niños están a salvo del Covid-19 porque pueden enfermarse y propagar la enfermedad, agravado por las crecientes tasas de pobreza y la interrupción de servicios claves para asegurar el crecimiento sano de los menores. Ahora son más vulnerables sin la continuidad de la vacunación de rutina y la atención ambulatoria para el seguimiento de la salud infantil y de la materna.
Las organizaciones internacionales apuntan a esta situación dramática en África subsahariana y Asia meridional, pero la desnutrición y el abandono de los planes de salud para los chicos genera la pobreza multidimensional -incluyendo el acceso a la educación- y América latina tiene un gran déficit asistencial. Argentina debe revisar su situación frente a los casos de abandono ocurridos en el Norte y ampliar los programas de alimentación terapéutica.
