La reforma impositiva que apura el Gobierno nacional, con un proyecto que también puede tener un acalorado debate parlamentario, por objetivos no del todo consensuados como debería esperarse en un país con una de las mayores cargas tributarias del mundo donde hasta los sueldos y las jubilaciones pagan impuesto a la ganancia a partir de una escala de presumible riqueza. Son tantas las distorsiones por abrumadoras y regresivas que durante décadas la imaginación recaudadora no parece tener fin, menos ahora en tiempos de crisis.


Según anticipó el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, la reforma tributaria ocupará la discusión parlamentaria en el último trimestre de este año junto con el tratamiento del Presupuesto 2021, por un déficit fiscal imparable que busca recuperar ingresos cuento antes. De allí que se sumará al debate el llamado "aporte solidario extraordinario", o impuesto a las grandes fortunas, una idea precedida de mucha polémica aunque sólo afecte a 12.000 argentinos, según el titular de la Cámara baja.


A diferencia de las acostumbradas correcciones impulsadas intempestivamente, la reforma en marcha parte desde cero, es decir todo el sistema y no por capítulos aislados, como ocurre cada vez que la AFIP descubre un nicho donde meter la mano. El borrón y cuenta nueva en materia impositiva sin duda es necesaria pero debe tener un equilibrio y equidad para gravar a los sectores con mayor capacidad contributiva ampliando la base de los impuestos progresivos, siempre apuntando a aliviar el excesivo peso que grava a la producción y la actividad económica en general.


Debe contemplarse a las pymes para que no soporten la misma presión tributaria que las multinacionales y la situación de las economías regionales, más si se busca reactivación tanto para cubrir el mercado interno y alcanzar metas exportadoras, aspiraciones prácticamente imposibles si no median desgravaciones, caso de las cargas patronales o las retenciones. En este contexto y sin financiación, no se puede invertir en eficiencia y tecnología.


Los exabruptos tributarios son escandalosos en la Argentina, desde el IVA hasta bienes calificados de "lujo", como un automóvil mediano fabricado en el país con 54% de impuestos sobre el precio al público. Un país sometido con 166 impuestos nacionales, provinciales y contribuciones municipales jamás puede ser competitivo a nivel global mientras exista semejante voracidad fiscal.